Opinión

Un buen médico

Hola don Juan, buenas tardes. Vengo a verle para que me recete unas vitaminas para abrirle el apetito a mi hijo pequeño. Hoy al mediodía no ha querido comer nada'. Esto sucedía en el verano de 1973. Don Juan era el médico de El Viso (Carnota, La Coruña), del que les dije hace unas semanas en estas mismas páginas de La Región, que era uno de los mejores médicos que he conocido. Don Juan le contestó a aquella madre: 'No te preocupes Manuela, a tu hijo no le hacen falta vitaminas; hoy a la cena le pones la misma comida y si tampoco la quiere se la vuelves a poner mañana al almuerzo, y si no la come lo traes a la consulta por la tarde'. La madre no vino con su hijo al día siguiente. Nunca prescribía medicamentos para complacer a los enfermos o familiares. Y tampoco los prescribía cuando creía que eran innecesarios. Siempre que acudía un paciente sano con un resfriado o una bronquitis aguda le recomendaba que evitara en lo posible los cambios bruscos de temperatura, y cuando se iba me comentaba, 'la gente ahora quiere curarse el catarro en dos días y hay que enseñarles que no hay ningún medicamento que cure esta infección vírica respiratoria, ni tan siquiera que disminuya la duración de los síntomas, y no se si tu, que eres muy joven, verás cambios en el tratamiento del resfriado común y la gripe mientras ejerzas esta profesión'.


Poco después hacía la especialidad de neumología en el Hospital Marqués de Valdecilla de Santander. En la rotación por nefrología me encargué de una paciente de 74 años que trabajaba como asistenta antes de ser hospitalizada. Estaba muy grave por una insuficiencia renal aguda y le había cogido mucho cariño Se discutió su caso en la sesión clínica y el doctor Pedro Morales, mi tutor, un joven médico abulense, muy serio, con fama de ser el mejor especialista del hospital, comentó que era necesario realizarle una biopsia de uno de los riñones para conocer la causa de la insuficiencia renal. Me pareció que esta prueba sería muy cruenta para mi paciente y con mucha vergüenza les dije que no me parecía necesaria. El doctor Morales, muy serio, me contestó: 'la ignorancia es muy atrevida'; me ruboricé tanto, que la frase me quedó grabada para siempre. Le realizaron la biopsia renal, fue diagnosticada de panarteritis, y una semana después de haberse iniciado el tratamiento mi enferma había mejorado mucho.


Eran dos buenos médicos. Decía Guy de Chauliac, cirujano francés del siglo XIV, 'es necesario en cualquier médico, primero hacer ciencia, después uso y experiencia'.


Me atrevo a enumerar algunas cualidades de un buen médico: 1) Debe ser respetuoso y amable con la gente sana y enferma, sin importar quienes sean; 2) debe ayudar al paciente y a sus seres queridos cuándo y dónde lo requieran; 3) debe promover la salud y tratar la enfermedad; 4) debe preguntar siempre con cortesía, dejar hablar a la gente y escucharles atentamente; 5) debe abarcar el poder de la comunicación e información para ayudar a la gente con las mejores preferencias posibles; 6) debe dar consejos no sesgados y dejar que la gente participe activamente en todas las decisiones relacionadas con su salud y cuidados; 7) debe evaluar los problemas y el estado de cada paciente cuidadosamente y ayudarle cualquiera que sea la situación; 8) debe utilizar la evidencia científica como una herramienta, no como un determinante de la práctica; 9) debe conocer las acciones principales y los efectos secundarios del medicamento que vaya a prescribir y tener siempre en cuenta el aforismo hipocrático, 'primum non nocere' ('ante todo no hacer daño'); 10) debe trabajar en colaboración con otros médicos cuando la situación lo requiera, tratarlos bien y respetarlos; 11) debe ser un defensor proactivo de sus pacientes, mentor de otros profesionales de la salud, y estar siempre dispuesto y preparado para aprender de otros, sin importar su edad, posición o situación; 12) debe reconocer y aceptar los propios errores y aprender de ellos, teniendo en cuenta que aún así es probable que cometa el mismo más de una vez, y tener presente la sentencia de Franklin P. Jones 'la experiencia es algo maravilloso, nos permite reconocer un error cada vez que lo volvemos a cometer'; 13) no debe perder nunca la ilusión por practicar la mejor medicina, intentando llevar siempre a la práctica aquello que decía Antonio Machado, 'hacer las cosas bien es mejor que hacerlas'; 14) no debe ser distante ni engreído con los enfermos, y 15) debe estar siempre disponible para sus pacientes por teléfono, correo electrónico o postal.


William Osler, famoso médico canadiense, decía que un buen médico debe tener las 4 haches: honestidad, humanidad, humildad y humor. Y Ana Villena, hematólogo del Hospital Clínico de Madrid, comentaba hace poco, 'para ser buen médico hay que ser buena persona'.


He conocido y conozco extraordinarios doctores en Ourense. No quiero nombrar a los que están activos o lo han estado hasta hace poco, pero sí hablarles de dos grandes médicos ourensanos. Uno, el recientemente fallecido doctor Luís Gallego, al que el Ayuntamiento, en nombre de la población de Ourense, ha homenajeado hace poco, y el otro, el doctor Francisco Vega Vázquez. Tuve la suerte de conocer la bonhomía de doctor Gallego, y de escuchar lo bien que hablaban de él las madres de los hijos que había consultado, que solían decir, 'solo prescribía lo estrictamente necesario'. El doctor Francisco Vega JR es hematopatólogo. Con treinta años, cuando ya era uno de los mejores médicos de nuestro hospital, se fue becado por la Fundación Barrié de la Maza al Hospital Anderson de Houston. ¡Nadie de la dirección ?no se como se llamaba en ese momento el Hospital de Ourense- hizo nada por impedirlo! Pero los americanos sí conocen enseguida a los profesionales excelentes, sean médicos o jugadores de baloncesto, y le ofrecieron quedarse trabajando al finalizar el período de la beca. Hoy es un magnífico profesor de Medicina en la Universidad de Texas, un fenomenal investigador del MD Anderson, y sigue siendo una muy buena persona.


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