Opinión

ENAMORARSE Y CASARSE DESPUÉS DE LOS 60

El propósito, cuando comencé hace un año a escribir artículos en La Región, era tratar solo tópicos relacionados con la salud, y hasta ahora así lo hice. El de hoy, aunque menos formal, también está relacionado con la salud, no sé si con la buena o la mala salud, pero al menos no es tan sesudo como los anteriores.


Hace unas semanas fui padrino de boda de un amigo médico portugués que se casaba por tercera vez a la edad de casi 62 años. Mi amigo es un profesional excelente, muy inteligente, y posiblemente el mejor comunicador médico que he conocido. Una de las cosas de la que estoy más orgulloso es que mis (pocos) amigos son mucho más inteligentes que yo, y esto es fenomenal, me permite aprender de todos ellos.


Mi amigo portugués en sus charlas casi siempre cita una bonita frase del Eclesiastés -la Biblia es su libro de cabecera como al parecer también lo es del famoso entrenador del Real Madrid, José Mourinho-, 'hay un tiempo para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol: un tiempo para nacer y un tiempo para morir, un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado; un tiempo para llorar y un tiempo para reír; un tiempo para abrazarse y un tiempo para separarse?'. En el discurso de la boda de mi amigo le añadí a esta máxima que también hay un tiempo para casarse, le dije que él estaba en buena edad para hacerlo, y que 'todo hombre sabio -y tú lo eres- ama a la esposa que ha elegido', como decía Homero hace muchos siglos.


Él me había dicho no hace mucho, 'amigo Lamela, a nuestra edad aún miramos para las mujeres pero ellas ya no miran para nosotros'. Le dije que él había tenido suerte, una mujer, dieciocho años más joven, le miró y se enamoró, y recordé (para mí) una frase que me había enviado por correo electrónico hacía algún tiempo con la definición de amor: dos vocales, dos consonantes y dos idiotas.


También me acordé cuando los dos estábamos esperando por otros médicos neumólogos para celebrar una reunión de las Sociedades Gallega y Portuguesa de Neumología, en una mañana de un soleado sábado de enero, hace muchos años, charlando de pie a la entrada del Parador de Tui. A nuestro lado dos jóvenes, una chica y un chico, tomaban sentados una ración de pulpo y bebían vino. Mi amigo portugués me dijo: 'La vida es esto, el amor entre un hombre y una mujer jóvenes; porque el amor entre una persona mayor y otra mucho más joven tal vez no sea lo mismo, pero también puede ser muy interesante, sobre todo para la de más edad, aunque sea muy criticada por sus amigos y conocidos'. Luego me recomendó que leyese 'Elogio de la locura' de Erasmo de Rotterdam.


Le hice caso, lo adquirí, y pienso que este afamado autor debía ser misógino por lo mal que habla de las mujeres en el citado libro. En el capítulo 'La estulticia, remedio de calamidades, también otorga favores a viejos y viejas' dice, 'y no es raro que, viejos decrépitos y ya con un pie en el hoyo, tomen por mujer a una jovenzuela sin dote, cosa que se elogia, sabiendo, por otra parte, que la van a disfrutar otros'. Esto por supuesto no tiene nada que ver con mi amigo, porque está físicamente fenomenal y no hay gran diferencia de edad con respecto a la de su esposa.


Además, siempre que alguien habla de parejas con gran contraste de edad entre las personas que las forman recuerdo una charla de neumólogos en la me habían asignado defender la bondad, incluso a veces necesidad, de que los pacientes soliciten segundas opiniones médicas, en la que me 'enfrentaba' a otro colega que defendía que las segundas opiniones médicas no son necesarias sino demagógicas. Una de las razones que utilicé para apoyar la bondad de las segundas opiniones médicas fue que eran mucho más solicitadas por las personas adineradas, quienes a veces piden no una sino varias segundas opiniones médicas; ¡y si las personas adineradas lo hacen será porque es bueno! Y apoyé mi razonamiento en que también muchas personas ricas se casan más de una vez, e incluso lo hacen, así como van envejeciendo, cada vez con personas más jóvenes. Esto lo advertimos en muchos famosos actores y actrices, y en magnates como el norteamericano Donald Trump. Y finalicé mi argumentación diciendo que si ambas cosas las hacen las personas ricas no debe ser malo para la salud, en todo caso, lo serán para el bolsillo. No sé si convencí a mis colegas, pero se rieron mucho.


Continué mi breve discurso de boda y cité un bello pensamiento de Friedrich Nietzche para mi amigo y su bella enamorada, 'hay siempre un poco de locura en el amor, mas también hay un poco de razón en la locura'.


Quería decirle a mi amigo que este casamiento -¿el último?- sería saludable para él, pero no encontré estudios serios relacionados con casarse después de los 60 y los efectos en la salud. Únicamente parece cierto que los hombres casados son más longevos que los solteros y una de las principales razones parece ser que, al compartir los gastos, sufren menos situaciones de estrés. Otro de los motivos es que fuman y consumen menos alcohol que los solteros, viudos o divorciados y, por tanto, son menos propensos a padecer ciertas enfermedades. Los hombres casados -con matrimonios largos- parecen vivir hasta los 70 años o más, mientras que menos de un tercio de los hombres divorciados alcanzan esa edad. Los hombres que nunca se casaron sobrevivieron a los que se volvieron a casar y a los divorciados, pero no vivieron tanto como los casados con un matrimonio largo. El matrimonio al parecer no importa sobre la longevidad en el caso de las mujeres.


No me atreví a terminar con una sentencia de Benjamin Franklin, 'ten tus ojos bien abiertos antes del matrimonio; y medio cerrados después de él'; lo hice con otra de nuestro excelso Gregorio Marañón, 'casi siempre que un matrimonio se lleva bien, es porque uno de los esposos manda, y el otro obedece'.




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