Opinión

Se vienen cositas

La inflación, que afecta a cada vez un mayor número de países, amenaza la recuperación post pandemia

Según datos preliminares hechos públicos por el Instituto Nacional de Estadística la semana pasada, el Índice de Precios de Consumo se ha disparado en el mes de octubre a máximos históricos desde 1992, cifras que no se veían desde 29 años. Este número representa una subida mensual del 2% respecto a septiembre, algo que tampoco se producía desde 1986. Si nos comparamos con nuestros compañeros de la Eurozona, donde el IPC ha aumentado de media un 4,1% el pasado mes, según datos de Eurostat España es el cuarto país en el que más ha afectado la subida de precios, tan solo por detrás de Lituania (8,2%), Estonia (7,4%) y Letonia (6,0). Si bien es cierto que algunas entidades financieras ya habían advertido de unas cifras de inflación cercanas al 5% al final de 2021, nadie preveía que esta subida se produciría de forma tan brusca ni tan temprana.

¿Pero por qué está pasando esto? Podríamos hacer una larga lista de motivos que nos han traído hasta esta situación, algunos de ellos ya evidentes antes de la llegada del coronavirus, pero la pandemia agudizó y agilizó su escalada. Por un lado, la escasez de determinadas materias primas. Derivada del aumento de los precios de transporte pospandemia, el encarecimiento de las emisiones de dióxido de carbono y las interrupciones en la cadena de suministro que se están produciendo en los últimos meses se ha generado un encarecimiento de algunos precios en materiales y productos de gran necesidad para determinadas industrias, como el acero, la madera y los carburantes. Este problema es especialmente grave en el caso del petróleo o el gas, que han llegado a dispararse más de un 1000%. Estos hidrocarburos son dos de los combustibles más utilizados para producir energía eléctrica, afectando de lleno a la actividad empresarial e industrial, y es por ello que muchas están empezando a repercutir esta subida directamente en los precios de muchos productos de consumo.

Además, y para complicar más este cuello de botella, nos enfrentamos a grandes cambios en el mundo laboral y social debido a la situación sanitaria. Por un lado, la vacunación se está estancando y los casos están volviendo a aumentar con fuerza en algunos países de Europa, generando incertidumbre. Por otro lado, la vuelta masiva al trabajo presencial después del verano ha generado una ola de movimientos en el mercado laboral, aumentando el número de renuncias en determinados sectores y también una lucha global por el talento tecnológico. Si a esto le sumamos los efectos del Brexit y tenemos en cuenta las políticas de algunas empresas para con la vacunación de sus equipos, nos encontramos con una escasez de mano de obra y una rotación sin precedentes.

Por todo esto es posible que nos mantengamos en esta situación por más tiempo de lo que pensamos, mal que nos pese. Incluso el Fondo Monetario Internacional no tiene muy claro aún cuánto va a durar y las consecuencias de esta inflación, y por eso ha pedido a los bancos centrales un plan B en caso de que la situación se vaya de las manos en un momento en el que la recuperación económica quedaría gravemente perjudicada. Por el momento la posición de los bancos centrales es la prudencia: mantener bajos los tipos de interés para incentivar el consumo optan por la prudencia ante la subida de la inflación y mantienen bajos los tipos de interés para evitar el caos que se podría generar si los mercados se cayesen, víctimas de la calidad de los créditos de empresas y familias.

Empleando una de las frases más populares de Internet en los últimos tiempos para anunciar sorpresas o novedades, de confirmarse que esta subida de precios se alargará más de lo esperado, y como alertan grandes inversores: “se vienen cositas”.

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