Opinión

Bebé a la carta

La noticia es que la presentadora, actriz y muchas cosas más, Ana Obregón, de 68 años, a cambio de una importante cantidad de dinero, ha decidido ser de nuevo madre/abuela acudiendo a un vientre de alquiler en EE.UU. Para ello ha recurrido al esperma congelado de su hijo difunto y a un óvulo de una donante que fue gestado por una tercera mujer. Esto ha reabierto el debate sobre esta práctica prohibida en España y que hoy en día sólo es legal en EE.UU., Canadá, Rusia, Ucrania, Georgia, Grecia, Australia y la India, y permitida para sus residentes en Reino Unido, Sudáfrica y Tailandia. 

El deseo de tener un hijo, cuando naturalmente no es posible, no debe ni puede evaluarse negativamente, antes al contrario, positivamente, pero tratar de cumplir el deseo a través de la reproducción asistida sin, al menos, valorar otras alternativas, como la adopción, puede considerarse, al menos, discutible, sobre todo, cuando hay millones de seres humanos que nacen en contextos de abandono y vulnerabilidad. 

La gestación subrogada es uno de los temas bioéticos más controvertidos del momento por su carácter disruptivo sobre el modo en que la procreación humana, y las consecuentes relaciones de maternidad y filiación, han sido entendidas y reguladas hasta la actualidad. El debate no debe circunscribirse solo a los límites de la dignidad y autonomía de la mujer que cede temporalmente su vientre para engendrar un hijo en favor de terceros. Los intereses o valores en discusión son muchos más: el mejor interés del menor, la protección de la institución familiar, o la propia justicia entre países desarrollados y en desarrollo. 

La dignidad de la madre gestante queda vulnerada al ser considerada mero objeto al servicio de la realización de un deseo ajeno. Vende su capacidad de gestar y convierte la maternidad en objeto de comercio. Existe una cosificación tanto de ella como del hijo. Aunque hay que reconocer que no se puede hablar de libertad ni de autonomía de estas, ya que la inmensa mayoría son pobres en busca de una fuente de ingresos. Simplemente son usadas como una mera factoría que fabrica bebés para otros. 

Pese a que sus defensores afirman que consiste en un “acto altruista” y así conseguir su legalización la realidad es muy distinta. Tras los vientres de alquiler hay un gran entramado económico que hace caja con la vida humana. Agencias que actúan como intermediarias, que se publicitan con total impunidad y celebran ferias presenciales en las que promocionan y venden su producto. Cómo en cualquier negocio, lo único importante parece ser que el producto sea bueno y que la mujer cumpla su parte del contrato. Por cierto, con un objeto que debería estar fuera del comercio de los hombres porque se trata de la vida humana. Con los bebés no hay, ni humanidad ni sentimiento, nacen deliberadamente huérfanos.

La gestación subrogada me recuerda la estampa de familias ricas, de posibles como se decía antes, que van a comprarse un hijo como quien va al mercado. Es interesante recordar que la historia es siempre paradójica y así, frente a aquellos que pregonaban que la reproducción humana asistida venía a liberar a la mujer de su condición de mero ser gestante, se nos ofrece una realidad que parece mostrarnos precisamente lo contrario.

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