Lo que está ocurriendo en Nicaragua movido por la ideología sandinista y por el presidente que se ha convertido en un nuevo dictador de izquierdas en aquel país es preocupante. Tengo noticias de primera mano de un amigo que sufrió en sus carnes, pese a ser diplomático de carrera, los interminables despropósito de Daniel Ortega.
La situación en Nicaragua ha empeorado tras las controvertidas elecciones de noviembre pasado en las que Ortega fue reelegido para un quinto mandato, cuarto consecutivo y segundo junto con su esposa, Rosario Murillo, como vicepresidenta, con sus principales contendientes en prisión. Las relaciones entre los sandinistas y la Iglesia católica de Nicaragua han estado marcadas por roces y desconfianzas en los últimos 43 años. La comunidad católica representa un 58,5 % de los 6,5 millones de habitantes.
El Gobierno sandinista ha llevado a cabo una serie de acciones contra la Iglesia católica nicaragüense, que incluye la prohibición a la Archidiócesis de Managua de la procesión con la imagen peregrina de la virgen de Fátima y la expulsión de un grupo de misioneras de la orden Madre Teresa de Calcuta, el cierre de ocho emisoras, la exclusión de la televisión de tres canales católicos y el ingreso a la fuerza y allanamiento a una parroquia. El presidente Ortega y su esposa Rosario Murillo, que es la vicepresidenta, tiene con ella dos hijos. Esta en el poder desde el 16 de junio de 1979 – 25 de abril de 1990 y su primer mandato presidencial fue entre 1985 y 1990, convirtiéndose en el décimo gobernante no monárquico actual con más tiempo en el poder, ya que sumaría veintiséis años entre los dos periodos. A estos años en el poder se suma la gestión que tuvo entre 1981-1984 como coordinador de la Junta de Gobierno.
El Frente Sandinista de Liberación Nacional es un partido fundado como una organización política-militar de izquierda en 1961 por Carlos Fonseca Amador, Santos López, Tomás Borge, Silvio Mayorga y Germán Pomares Ordóñez, entre otros. En las elecciones generales de 2006 el presidente obtuvo 91 escaños siendo 46 la mayoría.
El Somocismo en la historia de Nicaragua es un sistema dictatorial de dominación y opresión apoyado en una estructura política, militar, económica y social que se mantuvo en el poder en este país centroamericano desde 1937 hasta 1979. Fruto Chamorro fue supremo director de Nicaragua desde el 1 de abril de 1853 al 30 de abril de 1854, cuando fue designado como primer presidente de La República hasta 1855.
En 1984 aproximadamente 1,2 millones de nicaragüenses votaron, con una participación del 75%, con el 94% de la población adulta registrada para votar y abrumadora victoria para el sandinismo. El 25 de febrero de 1990 se efectuaron elecciones y las encuestas decían que ganaría el FSLN con más de la mitad de los votos, pero al día siguiente se anunció que la Unión Nacional Opositora ganó con el 54% de los votos (777.522), el FSLN tuvo el 40%.
Ahora el obispo auxiliar de Managua se exilió tras ser acosado por el Gobierno de Ortega. Báez, uno de los mayores críticos de Ortega, sufrió amenazas de muerte y agresiones físicas de parte del sandinismo. Ortega ha tildado de “terroristas” a los obispos nicaragüenses que actuaron como mediadores de un diálogo nacional con el que se buscaba una salida pacífica a la crisis que vive el país desde abril de 2018
El obispo auxiliar de la archidiócesis de Managua, Silvio Báez, calificó de “secuestro” la situación que vive el también obispo Rolando Álvarez, a quien la Policía Nacional acusa de intentar “organizar grupos violentos” y lo mantiene retenido en un Palacio Episcopal. “Condeno el secuestro de mi hermano Mons. Rolando Álvarez de parte de la dictadura de Nicaragua. El obispo Báez, se encuentra fuera del país desde hace 40 meses por decisión del papa Francisco por motivos de seguridad.
Álvarez, de 55 años, obispo de la Diócesis de Matagalpa y administrador apostólico de la Diócesis de Estelí, se encuentra confinado junto a cinco sacerdotes, tres seminaristas y dos laicos, en el Palacio Episcopal después de que la policía impidiese al religioso oficiar una misa con los feligreses en una parroquia.
