Opinión

Los jefes del pedigrí

C ómo anda el patio universitario, en general, y el nuestro, en particular. Ahora aparece el presidente del Comité Olímpico Español, a la sazón el ourensano Alejandro Blanco, acusado de copiar su tesis doctoral y en la red se añade que ya se ha hecho pasar por doctor en un acto, sin serlo.

En la Universidad de Vigo, la vicerrectora competente en la materia, niega que haya caso, pues el trabajo investigador del doctorando no ha sido admitido. La evidencia, sin embargo, introduce dudas en la exactitud del mensaje. La tesis habría plagiado parte de otra presentada en la Universidad de Alicante. Se da el caso de que ambas han sido dirigidas por la misma persona. Uf.

Llueve sobre mojado, pues un día es Alicante y otro China, y aunque pueda aceptarse que la investigación universitaria es trabajo de chinos -casi siempre poco remunerado-, no es argumento suficiente y bastante para copiar y pegar como aportaciones propias lo que se han currado en el Lejano Oriente o en el Próximo Occidente, que para lo que nos trae aquí da lo mismo.

Estos episodios, aunque sean anecdóticos, deberían hacer pensar a la universidad si se está haciendo todo lo posible para evitar sambenitos tan desagradables como poco edificantes en el prestigio de una comunidad que se precia de buscar la excelencia. Son un agravio para las decenas o centenares de profesores investigadores que se gastan su tiempo y las cejas con el noble objetivo de avanzar en el campo del saber para ponerlo luego a disposición de la sociedad a través de los alumnos; es lamentable que unos pocos embadurnen el trabajo de tantos.

La universidad es una institución colectiva y coral, en la que se proporciona conocimiento, además de referencia intelectual para la comunidad.

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