Opinión

La lección portuguesa

Ayer se publicaba en las páginas de Galicia de este diario un reportaje firmado por José Teo Andrés, excelente, como todos los de Pepe Teo, en el que se pone negro sobre blanco la situación a la que conduce el localismo exacerbado e irracional, sobre todo en el ámbito económico. Quienes lo practicaron y los que todavía lo hacen, parecen ignorar que el dinero y la competitividad nada saben de sentimentalismos o pequeñas patrias. El tráfico de pasajeros en el aeropuerto de Porto, casi duplica al de los tres gallegos, y el de mercancías en Leixoes triplica la actividad de los cinco puertos más importantes de Galicia.

Las estadísticas confirman que las terminales portuaria y aeroportuaria, respectivamente, de la segunda ciudad lusa, están en cifras de récord de actividad. Destaca el autor del trabajo como una de las causas de la extraordinaria proyección, la agresiva estrategia para captar clientes y la apuesta por la internacionalización. Ambas forman parte del catón comercial, pero los portugueses tienen el mérito de, además de conocerlo, como todos, dedicarse a su aplicación con ahinco. He ahí los frutos.

Y mientras hacen clientela y apuntalan su mercado en territorio gallego, aquí, A Coruña, Santiago y Vigo andan a la greña para evidenciar los escasos méritos de los rivales, más feos, antipáticos y con menor pedigree. Excusado es decir que a los de fuera ni se les considera, pero estos también viajan y su dinero vale igual que el de las urbes beautifoul, por lo que se dirigen a Porto, pues si se trata de un pasaje transoceánico les recogen en casa y les devuelven al regreso y, en todo caso, se sienten mejor tratados que al norte de la raia. ¿Y el futuro? Como no se caigan de la burra, a medio plazo, todos al Sá Carneiro y los barcos a Leixoes. Qué pena.

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