Opinión

Necesitamos lo que tuvimos

La comisión que debate fórmulas para mejorar la economía ourensana bajo el paraguas del Pacto Local polo Empleo apunta a la utilidad de una caja de crédito para avalar iniciativas viables que impulsen la economía de este depauperado territorio. Sin conocer pormenores, la idea suena bien, por atinada, aunque su mención lleve a la reflexión que hacen al respecto muchos ciudadanos a lo largo de los últimos días, después de escuchar y leer estas propuestas.

Quienes dan vueltas a la cosa recuerdan que ese instrumento para proporcionar crédito a empresas y negocios ya existió aquí, pero la voracidad del poder financiero del sur de Galicia y la aquiescencia del poder político al más alto nivel de la Comunidad, se lo llevaron en una operación vergonzosa muñida entre ambos. Hay que señalar que pese a la capacidad -omnímoda- de quienes tomaron la decisión, fue posible porque las fuerzas vivas de la provincia -autoridades, instituciones, entidades públicas y privadas, la sociedad misma, en suma- la toleraron, por activa o por pasiva.

Debe constar que la gestión del oprobio tiene nombres y apellidos y que entre los que tenían algo que decir, que haya trascendido, tan sólo consta la oposición categórica y rotunda de una personalidad, que plantó a Fraga y otros comensales en el histórico Vilas de Santiago, cuando le propusieron ejercer de Judas. El gesto fue tan honroso como intrascendente, pues desde su propio entorno otros asumieron ese rol. En buena medida es una historia de muertos, pues a la mayoría de los protagonistas se los llevó el destino, aunque quede en pie alguno de los impulsores, sino el que más, y los efectos devastadores de aquella operación.

Tantos años abriendo bailes con la más guapa de la cena, presidiendo pantagruélicos almuerzos (30.000 pesetas de la época el cubierto) que no pagaba nadie, o cantar boleros al oído de distinguidas damas, para que el Pacto Local polo Empleo concluya que precisamos lo que ya tuvimos y hemos regalado. Resulta descorazonador comprobar que las reivindicaciones capitales de futuro se corresponden con lo dilapidado en el pasado.

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