Opinión

La pregunta tonta

El juez Castro, que ya saben que es de aquí, pero que no es famoso por eso, sino por instruir el sumario sobre el Instituto Nóos, o lo que es lo mismo, las procelosas andanzas del ciudadano Urdangarín por el mundo del dinero y los negocios, ha pedido, decía, a la señora esposa de éste, Cristina de Borbón, a la sazón hija del Rey, que le entregue los impresos de las diez últimas declaraciones de la renta.

Su señoría pide, claro, porque no se conforma con lo que le cuentan, o al revés, porque tiene indicios razonables de que lo que cuenta el ex-socio de Urdangarín pueda ser cierto, y la infanta esté metida hasta las partes innobles en los negocios de la más famosa pareja de la crónica negra desde Bonnie & Clyde y los Albertos. O sea, hace bien el señor juez en desconfiar porque da la impresión de que en este asunto no es oro todo lo que reluce; o sí. Lo que pasa es que la hija de Juan Carlos y Sofía no está por la labor, al entender que la pretensión judicial conlleva una vulneración de su intimidad.

Ahora va la pregunta, que es tonta, pero es igual. Si las declaraciones de la renta se presentan ante la Agencia Tributaria, que se queda con una copia y las va guardando en el casillero de la historia fiscal de cada contribuyente, ¿no podría su señoría solicitar esa información directamente a Hacienda? Es un procedimiento, por cierto, que se utiliza de forma habitual con los bancos, para recabar los movimientos de cuenta de personas o sociedades.

La conclusión que se saca del seguimiento, siquiera superficial, de la evolución de los papeles de la gente importante por la judicatura, es qué difícil resulta meterlos en vereda. Siempre tienen un argumento frente a las decisiones de los que ordenan y aunque a la opinión pública le suenen a chufla, los instructores suelen tomarlas en serio, o eso parece.

Es lo que tiene disponer de cuenta saneada, que permite contratar a los mejores profesionales, capaces de enredar lo suficiente como para que los clientes vip salgan bien librados o, a lo sumo, con mucha mejor suerte de la que le hubiese correspondido a un ciudadano de bolsillo tieso.

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