Opinión

cambio y solidaridad

El reflejo religioso del mundo real no podrá desaparecer hasta que las condiciones del trabajo y de la vida práctica presentarán al hombre relaciones transparentes y racionales con sus semejantes y con la Naturaleza. La vida social, cuya producción material y las relaciones que ella implica forman la base, no se desprenderá del velo místico que oculta su aspecto hasta el día en que se manifieste la obra de las mujeres y de los hombres libremente asociados, obrando conscientemente y dueños de su propio movimiento social. La realidad, la verdad, no se alcanzará hasta el día en que hayan desaparecido los antagonismos de clase. Realmente, la práctica, que transforma la sociedad, resuelve al mismo tiempo un problema teórico.


Por otro lado, el estudio de la Economía Política, al darnos una inteligencia plena y universal del problema de las contradicciones sociales, nos permite comprender claramente la gravedad del problema del conocimiento, las dificultades que se oponen a su solución, las condiciones que se deben llenar para que pueda, en un cierto sentido, llegar a realizarse.


En realidad, el hombre, en tanto que perteneciente a una clase ?y todos estamos en esta condición- está condenado a la ignorancia. Únicamente le caerá la venda de los ojos el día en que la solidaridad sea libre, como corresponde.


Si toda la proyección ideológica tiene su fundamento en la falta de un lazo directo, contractual y transparente entre los hombres, buscar la fuente de una ideología es buscar los antagonismos reales que existen, quiérase o no, en la sociedad. El antagonismo de los intereses no es solamente un hecho objetivo, son un medio para la explicación teórica de las categorías económicas.


Como consecuencia pasamos a la idea de valor. La economía, en este sentido, parte de la conciencia colectiva de toda una sociedad. Luego los posibles antagonismos que pudieran existir, se funden o se reconcilian, por el 'cambio'. El cambio hace entrar a los hombres en relaciones mutuas y crea ese tejido de conexiones en que cada uno depende de otro y todo el mundo de todos. Se ve así que las nociones de solidaridad tienen cada uno su dominio.


Sea como fuere, la producción determina entre los hombres una serie de antagonismos, los cuales, reforzados y automatizados por su perpetuo retorno, terminan por dar origen a las clases.


El cambio, por el contrario, supone el acuerdo, mientras que la producción engendra la oposición. Se puede decir, sin lugar a dudas, que el cambo es el medio natural y correcto en donde se desarrolla la idea de solidaridad.


Y si hacemos de la solidaridad, que tiene estrechamente ligados a los hombres, el fundamento de la sociedad, se ve desde luego que no se puede hablar de solidaridad más que en la esfera del cambio. Y que todas las determinaciones de esta idea son, en el fondo, el producto de la manera particular con la cual los hombres, gracias al cambio, satisfacen sus necesidades.


Además, el cambio nos demuestra una relación de igualdad entre las personas que cambian. El valor será, pues, de la misma manera, una relación de igualdad. He aquí una base para la resolución del problema del valor en la sociedad del mañana. Hay que protocolizar ?ahora que hay tantos protocolos- que la igualdad que el cambio postula entre los individuos es la de ser todos trabajadores, sin ninguna excepción. El hombre, antes que toda otra cosa, antes que querer elaborar el pensamiento, es un trabajador. El trabajo es el cimiento de la sociedad.


Y siguiendo esta receta, diremos que la riqueza de una sociedad no está constituida por el inventario de sus bienes, sino por la suma de los trabajos humanos que se ha exigido para su producción. La riqueza social es igual a la cantidad de trabajo social. La moneda, en este caso, no es otra cosa que un valor indicativo.

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