Opinión

La grandeza del hombre, según Camus

Contrariamente de lo que ocurre con otros, Albert Camus no fue un intelectual solitario, despreocupado de los problemas políticos y sociales de su época. Fue ante todo, un hombre honrado y sincero y como tal vivió, fiel a sus principios, a pesar de haber formado parte de una generación vapuleada por la II Guerra Mundial. Y, por lo tanto, escéptica.


En los meses que siguieron a la liberación, cuando en Francia reinaba un clima de general violencia entre colaboracionistas y participantes de la Resistencia, Camus se conquistó el respeto y admiración de todas las mujeres y hombres de bien con la publicación en ‘Combat’ de aquellos célebres ocho editoriales titulados ‘Ni víctimas ni verdugos’, invitando a los franceses a la ecuanimidad y a la convivencia.


Fuese como fuese, no creía en superioridades raciales, ni en ideologías políticas exclusivistas. Amó sobre todo la libertad. En la elocución pronunciada en Saint-E, fustigó duramente a los conculcadores: ‘La libertad -dice- no se construye sobre los campos de concentración, ni sobre los esclavizados pueblos de las colonias, ni sobre la miseria obrera!... ¡Las fuerzas de la libertad no pueden mezclar a los hijos de las víctimas con los verdugos! De eso, al menos, estaremos en adelante muy seguros’. Al referirse al período de la influencia nazi, desata desde luego su más enérgica repulsa contra la violencia.


Había nacido en Mondovi, provincia de Constantina (Argelia) el 7 de noviembre de 1913. Su padre fallece en la guerra europea del 14. Su madre, de origen español, al quedarse viuda se traslada a Argel y tendrá que trabajar duramente para criar a sus dos hijos. Camus, por su parte, en varias de sus obras evoca con predilección el clima mediterráneo de su juventud y rinde filial homenaje a su madre de la que dice aprendió el amor a la justicia y a la pobreza.


En realidad, la guerra enseñó a Albert Camus a apreciar a los hombres, incluidos los que se atrincheraban ante él. Su labor como periodista en el diario de la Resistencia ‘Combat’, culmina con las conocidas ‘Cartas a un amigo alemán’, en las que defiende su fe en el hombre: ‘Este mundo posee cuando menos una verdad: la del hombre, y nuestra tarea consiste en darle sus razones contra el mismo destino. No hay más razón que el hombre y a éste debe salvarse, si se quiere salvar la idea de que la vida se tiene... En el hombre hay más cosas dignas de admiración que de aprecio’.


Su primer drama, ‘Calígula’, constituye, sin duda, una de sus obras teatrales más aplaudidas. Es natural que esta obra, representada en 1945 a raíz de la terminación de la guerra, hubiera sido para las juventudes europeas el símbolo de la repulsa colectiva contra toda clase de dictaduras totalitarias. Luego publica ‘El extranjero’ y ‘El Mito de Sísifo’, en las que trata de conciliar el sentido de lo absurdo con su mística de la dicha. En ellas descubre Camus el anhelo universal de justificación, producto de un ejercicio también universal de injusticia y odio mutuo. Con su publicación, Camus se convierte en uno de los autores contemporáneos más leídos.


Su obra más conocida es ‘La Peste’. No es una novela, sino una crónica de sufrimiento de la generación que ha vivido la tragedia de la guerra. En ella Camus protesta contra la violencia inferida al hombre. Los 200.000 apestados de Orán representan los doscientos millones de europeos encarcelados física y moralmente por la ocupación nazi. Un mundo que da la espalda al amor, un mundo que no cesa de juzgar, es un mundo apestado. La obra plantea como problema central, el sufrimiento de los inocentes y descubre el trasfondo moral subsiguiente a la guerra, consecuencia del mercado negro, la sed de goces, los odios en las familias, la relajación de costumbres y demás lacras sociales. De ahí la sincera reacción de Camus: ‘La grandeza del hombre está en ser más fuerte que su condición es injusta, no hay más que una manera de superar, que es la de ser justo uno mismo. El mundo en el que vivo me repugna, pero me siento solidario de los hombres que sufren en él’. Posteriormente publica, con éxito, ‘El Verano’ y ‘El exilio y el reino’. En 1957 le es otorgado Premio Nobel de Literatura.


Y, para concluir, manifestar que la muerte el 4 de enero de 1960 de Camus, ha constituido un rudo golpe para la cultura europea. Para mí, hoy -en el cincuenta aniversario de su óbito-, su recuerdo es obligatorio, no solamente por la oriundez española de su linaje materno, sino porque Albert Camus fue, con sus adaptaciones de Calderón de la Barca y Lope de Vega, uno de los más entusiastas propulsores contemporáneos de nuestro teatro clásico.



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