Por mucho que lo niegue, en la cena de Navidad del PP de Madrid Mariano Rajoy le ordenó a sus militantes “¡Y ya, preparando las próximas elecciones!”. Podría convocarlas legalmente en la próxima primavera con la esperanza, además, de volver a la mayoría absoluta gracias a que el PSOE sigue ahogándose en las torpezas que lo tienen agonizante. Las expectativas de voto de Rajoy suben en las encuestas, y subirán más si los socialistas, todavía en la sala de urgencias a la que los llevaron Zapatero y Pedro Sánchez, frenan la economía impidiéndole aprobar los presupuestos. Pero, sobre todo, si apoyan la derogación de la reforma del Tribunal Constitucional de 2015 que le permite multar, inhabilitar y procesar penalmente a los políticos que desacaten sus sentencias.
La mayoría de los españoles contempla satisfecha estos días el paso por los tribunales de dirigentes del Parlamento y la Generalidad catalana por haber desacatado las sentencias del Constitucional al convocar un referéndum ilegal expresamente prohibido. Si se deroga esa reforma como propone el PNV, apoyado por el PSOE, podemitas y otros separatistas, especialmente catalanes, veremos cómo se someterá al Estado a nuevas humillaciones, casi inerme propagandísticamente ante otro referéndum ilegal. En esta destrucción de toda legislatura emanada del PP, como hizo Rodríguez Zapatero con las leyes de Aznar, incluso con las buenas, la Gestora socialista continúa suicidando al partido al continuar con la promesa de Pedro Sánchez de “tirar al niño con el agua del baño”.
Ver el peligro real de la destrucción de España supondrá el rechazo absoluto hacia quienes la facilitaron, y en unas elecciones en 2017 Rajoy, que luchará contra el golpe de Estado separatista, quizás consiga los 202 diputados de Felipe González tras el golpe fallido de Tejero.
