Opinión

De acuerdo para morirse

También es casualidad que dos escritores de la proyección universal a pesar de la enorme distancia que les separa como Galeano y Günter Grass, se hayan puesto de acuerdo para morirse en el mismo día. El uruguayo, trece años más joven que el alemán, se había distinguido de largo por su posicionamiento ideológico que le convertía en uno de los iconos de la izquierda poética latinoamericana mientras Grass penó durante toda su vida por su juvenil condición de soldado cuando se alistó desde las juventudes hitlerianas. Todos sabían que a Eduardo Galeano le apasionaba el fútbol y que era hincha neurasténico de Peñarol. Todos sabían que solo había roto su silencio de estos últimos años para liarla por la sanción que en los Mundiales había sufrido su compatriota Luis Suárez por morderle a un italiano…

Pero pocos sabían que el novelista alemán, autor de piezas tan unánimemente celebradas como “El tambor de hojalata”, había luchado en el ejército del Fürher hasta que, durante una entrevista, lo descubrió él mismo en las páginas del “Frankfurter Allgemeine”. Y no le bastó con ello al genio torturado que había ocultado este escabroso pasaje de su vida luchando contra su propia conciencia llena de dolorosos agujeros. Convencido de que era necesario contarlo todo por amargo que ello fuera, unos meses después, y en la presentación de sus memorias, refirió que había pertenecido a las Waffen SS a las órdenes de Himmler y que, formando parte de ese odioso cuerpo de élite, sirvió en una división acorazada. La opinión pública le quemó vivo y el más grande representante de las letras germanas de la posguerra comenzó a quedarse solo por mucho que explicó su profundo dolor por aquel pecado de juventud, su eterno arrepentimiento y su radical cambio de ideales y prioridades. Se da la paradójica circunstancia de que el gran libro que determinó la suerte de un escritor muy poco prolífico como Galeano cuyo contenido comenta con ira el ad verso destino de América del Sur siempre en manos del imperialismo yanqui, lo escribió sin haber cumplido los treinta años, y que desde “Las venas abiertas de América Latina” no había conseguido un éxito universal de un calibre ni siquiera aproximado. Eso sí, repito. De fútbol entendía un rato.

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