Opinión

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Está visto que no tenemos un día de descanso y estamos a susto por jornada y a duda por minuto. Porque los papeles de Panamá generan muchas dudas en el mejor de los casos y en el peor más vale callarse hasta que la cosa se vea en firme que tener dinero en el exterior no es delito siempre que ese dinero este bendecido por el ministerio de Hacienda. En todo caso, en este mundo convulso con el que nos obsequia como era de sospechar y suponer el nuevo milenio, lo que toca ahora es pasar por el microscopio los nombres y apellidos que figuran en esos miles de papeles que un pelotón multicolor de periodistas de diferentes banderas ha estado desentrañando durante dos años entrando a saco en las sentinas de uno de los bufetes más especializados en la construcción de sociedades opacas que hay en esta parte del Universo. Dicen que Mossack & Fonseca es un verdadero patanegra en esta materia y lo que no sepan ellos de la interposición y el escamoteo no lo sabe nadie. Son autoridad y los multimillonarios de la tierra los han tenido siempre en el altar. Al parecer, hasta ahora.

Francamente yo sé de Panamá lo justo y necesario que es como no saber nada de nada. Sé que de allí era el sastre que protagonizó una de las novelas más densas y sesudas del genio John Le Carre, se que tienen el que probablemente es, junto con el de Suez, el canal más famoso de la Tierra, -de hecho, el constructor del segundo de ellos, Ferdinand de Lessepes salió airoso de Suez y fue a enterrar fama, fortuna y casi la vida en el de Panamá cuyo fracaso le llevó incluso a la cárcel- y sé que allí se deben hacer unos sombreros muy buenos porque todo el mundo habla de ellos. Así de memoria me acuerdo de Rommel Fernández, que puso al Albacete en el mapa, lo subió a Primera y se mató en lo mejor de vida empotrándose con su coche contra un árbol en una carretera provincial manchega. El otro grande es “Mano de Piedra” Durán y esas, vea usted, son palabras mayores en la historia del boxeo…

Un amigo mío que se pasó en Panamá dos años trabajando como ingeniero, me asegura que los panameños son muy buena gente pero que aquello es un paraíso fiscal todo ello, y que con la sonrisa en los labios y esos pedazos de cuerpos que se gastan y que son de los más sandunguero, allí se llevan las contabilidades ocultas del mundo entero. Por eso ríen sin parar, digo yo. Será pero eso…

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