Opinión

LA MENTIRA

Dice el saber popular “la mentira tiene las patas muy cortas”, entre otros asertos sobre los que no me voy a extender. Pero es cierto. ¿Qué tiene la mentira que tarde o temprano es descubierta aunque el mentiroso, porque lo es, salga airoso con otra mentira? ¿O bien a pesar de ser grave, llevada por vericuetos misteriosos, no tenga consecuencias? Quede claro que no me refiero al que miente para evitar un disgusto a otro, o lo que se suele llamar mentira piadosa en la que alguna vez se cae, o también a ese momento en el que hay que disculparse por algo, y uno se inventa una historia en la mayoría de los casos no demasiado creíble, pero que es un sálvese el que pueda necesario.

Me refiero concretamente al mentiroso compulsivo o falto de escrúpulos, que en cuanto encuentra la menor ocasión, la suelta. Y aquí viene la pregunta: ¿el mentiroso nace o se hace? Chi lo sa. Tal vez quien mejor lo sepa sea el mejor amigo del hombre, ya que según informa upworthy “Los perros pueden reconocer a un mentiroso y la ciencia lo prueba”. De todos es sabido que estos animales pueden oler el miedo, son utilizados por los científicos para detectar el cáncer y por las fuerzas de salvamento, para que en los lugares de catástrofes, encuentren a las víctimas bajo los escombros. Los perros además de dar compañía, cariño y lealtad, son una ayuda impagable para la humanidad. Pero hasta el momento no se sabía que también son una especie de detector de mentiras.

Un equipo de investigadores científicos de la Universidad de Kyoto, en Japón, dirigido por Akiko Takaotka, realizó un estudio sobre el particular en el que se llevaron a cabo varias pruebas, las cuales dieron como resultado que los perros saben si se les miente o no. Por supuesto que tal como señala el estudio, quien tenga o haya tenido alguno, sabe que los perros son muy buenos para captar el comportamiento humano. Y he aquí la pregunta: ¿son más inteligentes que las personas? La respuesta la tienen ustedes, queridos lectores. Pero antes de pronunciarse, tengan en cuenta que los “seres pensantes” son más proclives a creer la mentira que la verdad. ¿Les gusta pues que se les mienta? Casi podría decirse que sí. No aguantan muy bien la verdad, es más cómodo escuchar lo que se quiere oír y seguir en esa “zona de confort”, que se dice ahora. Pero en verdad, esto es lo que hay.

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