Opinión

Parece ser que sí, que la hay

Desde que el ser humano empezó a pensar, se hizo las preguntas que todavía, a pesar de los gigantescos progresos generados por la ciencia, siguen vigentes. ¿De dónde venimos, quienes somos y a dónde vamos? A éstas se suman otras, como, ¿qué hacemos aquí ¿Qué somos?  ¿Hay vida después de la muerte? Esta última es la más inquietante. 

Lo que da lugar a elucubrar de acuerdo a lo que se percibe con la vista, a lo que se siente y sobre todo a lo que está en consonancia en cuanto a lo que se desea o se niega rotundamente. En definitiva se trata de averiguar desde la ignorancia y el afán de saber. De auscultar el firmamento por si muestra alguna leve señal que aclare las ideas, pero el cielo sólo devuelve más dudas y más complejidades con las distintas transformaciones que cada día descubren los astrónomos, como la fantástica nebulosa llamada la mano de Dios, todo un prodigio magnífico y terrible en la visión de su estructura. Todo ello, esconde más y más el misterio que rodea al hombre que se sabe polvo de estrellas, pero que no es capaz de comprender el universo en el que se encuentra. 

Sin embargo, lo que más hace reflexionar es el ser mismo, al considerar el maravilloso milagro de la vida unida indefectiblemente al misterio más profundo de la muerte. Se conoce lo que hay tras el nacimiento, pero no tras de lo que se ha dado en llamar el fin. Y aquí viene la pregunta que más desasosiega y angustia: ¿Es el fin de verdad? Esto es lo que tratan de averiguar determinados científicos, y entre ellos el cardiólogo Pim Van Lommel, quién se ha dedicado en cuerpo y alma a estudiar las experiencias que, según los que las han vivido, confiesan que hay un después. Ante todos los casos estudiados, cuyos resultados se publicaron en The Lancet (2001), Van Lommel, concluye que, cuando se muere, sólo se cambia de conciencia, ya que somos como un transmisor, para este y otros espacios. 

O sea, como una radio que mientras estamos aquí, sintonizamos con este universo y que la muerte es la transición para pasar a otras dimensiones. Entonces, si esto es así y si desconocemos cuáles y cómo son los otros mundos, surgen muchas más interrogantes. ¿Llegarán las respuestas alguna vez, si es que las hay? Sólo queda la esperanza de que alguien descubra esa anhelada piedra filosofal que nos saque ya de dudas. Ser o no ser, esa es la cuestión.

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