Opinión

ODIOS, ENVIDIAS Y CONVENIENCIAS

Mi único contacto personal con la Sra. Cifuentes nació en un breve encuentro en un programa de El Gato al Agua emitido por Intereconomia. Entonces, en su presencia, dije que, al margen de posicionamientos ideológicos y de las críticas inevitables, me parecía una persona valiente por atreverse a algo tan complicado para algunos políticos como decidir. Cuando alguien tiene a su cargo asunto tan vidrioso, complejo, difícil y cáustico como la seguridad y el orden ciudadano, sus decisiones inevitablemente generarán un caudal de críticas, tanto las que implican acción como las que se toman por omisión. En los tiempos que nos toca vivir, con una población irritada, cansada, harta, en la frontera del desánimo global, el trabajo de cuidar de ese trozo de la vida comunitaria, el mundo del orden y la seguridad, es especialmente delicado y complejo y el caudal de críticas ordinario alcanza las cotas mas elevadas. Pero nunca pensé que llegaría a semejante extremo.


Un accidente de motocicleta genera de inmediato un peligro grave para la vida de la Sra. Cifuentes. Se ingresa en un hospital público. Y cumpliendo el deber de humanidad en la red social Twitter dejo constancia de mi deseo de su pronta recuperación. Insisto, ni la conozco, ni pertenezco al PP, ejerzo mi derecho de crítica sobre las decisiones municipales, autonómicas y de gobierno de España de los miembros de ese partido -como de cualquier otro-, políticos de su partido han atentado grave e injustamente contra mi libertad, y siguen manifestando animadversión a mi persona, pero nada tiene que ver todo eso con un sentimiento de humanidad. Una persona en trance de morir no es un político encargado de ninguna parcela específica. Es sencillamente una persona. Añadir humana a continuación puede ser técnicamente redundante, pero parece que a la vista de lo que sucede, empieza a ser necesario clarificar si ciertos individuos dotados de aspecto formal de persona merecen sinceramente el atributo de 'humana'. Y lo digo porque las reacciones de algunos fueron sencillamente miserables deseando la muerte de la Sra. Cifuentes de maneras y con frases que no solo dolerían a los familiares y amigos de la persona en trance de morir, sino a cualquiera que haya sido educado en el concepto de humanidad. Por todos los tuits de esta calaña cito estos dos: @pacoviera01. 'pobrecita Cristina Cifuentes ojalá y se muera. @CaballVir: 'Ahí se joda bien jodida la cifuentes' (Tomados de un artículo de Jose Carlos Rodriguez publicado en La Gaceta de el viernes 23 de Agosto)


¿Qué nos sucede? Pues que aflora el odio, ese desperfecto del alma humana que parece instalarse en sectores amplios de la vieja España cuando los momentos de tensión inevitablemente se muestran en nuestro devenir histórico. Nuestra trayectoria como nación me permite concluir algo que ya es un bien entendido y comúnmente aceptado: el predominio de la envidia como sentimiento generalizado cuando alguien demuestra unas aptitudes superiores a las nuestras. España es a la vez un país que envidia a todo aquel que consigue demostrarnos que es mejor que nosotros, y al tiempo, curiosamente, manifiesta una vocación indomable de súbdito. De ahí que sea capaz de la adulación mas bochornosa al superior al tiempo que en su alma alimenta una envidia que corroe los cimientos de su estructura moral, supuesto, claro, que exista, y que no se identifique, como sucede en demasiadas ocasiones, con la pura y dura amoralidad.


Vivimos un momento peligroso. Esas manifestaciones sobre la Sra. Cifuentes son expresión de odio puro y duro. Miserable, claro, porque todo odio genera una miseria espiritual y humana, con independencia de que sea, además, un cáncer para quien lo siembra y abona en su interior. El asunto es grave cuando se extiende por amplias capas de la población en momentos delicados para la convivencia social. Y como mínimo lo que nos toca vivir merece el atributo de delicado. Algunos creen que se trata exclusivamente de problemas económicos. Evidentemente tienen influencia y mucha. Pero habitan en la superficie. Quiero decir, que cuando las circunstancias económicas son adversas, cuando el individuo y la colectividad se encaraman en la pobreza de muchas capas sociales, es entonces cuando surgen los verdaderos componentes del alma de esa colectividad. De la misma manera que la amistad y el cariño se demuestran en la adversidad, los sentimientos de odio, envidia y otros de la misma familia también se evidencian cuando las circunstancias nos demuestran lo difícil que en ocasiones resulta eso que llamamos vivir.


Disponemos de una tríada peligrosa, muy peligrosa. Me refiero a la envidia, el odio y la adoración de lo conveniente. Esto último implica que no hay mas norma moral que aquella que me permite hacer lo que me conviene. Justicia, Humanidad, Derecho Natural, Dignidad...Pamplinas. Se trata de que lo bueno es lo que me conviene a mí. Eso dijo Goethe del Juez: lo justo para el juez es lo que conviene a su vida. Cuidado con España. La corrupción económica y política crean el clima de irritación en el que los odios y las envidias pueden arrasar la vida colectiva. Perdón por insistir: cuidado con España.

Te puede interesar