Opinión

Que no nos quede para septiembre la investigación

Revolución tecnológica, transición energética, sostenibilidad, medioambiente… estas son las claves en cualquier discurso político actual, incluso interiorizado por las empresas, en un nuevo paradigma que auspicia un cambio de modelo, una nueva tierra prometida. Todos podemos estar de acuerdo con estas aspiraciones de progreso, pero ¿estamos seguros de que tenemos los mimbres para hacerlo realidad? ¿somos conscientes de que las materias primas son imprescindibles para hacer de esta visión una realidad?  

No hay revolución tecnológica posible sin materias primas. No hay transición energética sin metales. La sostenibilidad de nuestro planeta tal y como lo conocemos será con el aprovechamiento sostenible de los recursos minerales propios, o no será.

Los recursos de la Tierra están “escondidos” de manera caprichosa. Están donde están, y no hay intervención humana posible en eso. Nuestro planeta tiene determinadas condiciones geológicas y la distribución de las materias es fruto de cientos de miles de años de evolución. ¿Que nos hubiese caído mejor que los minerales que usamos en la industria o la tecnología estuviesen en un lugar inhóspito, para que su explotación no interfiriese en nuestras plácidas vidas de primer mundo? Pues si, seguro que si, pero las cosas no funcionan así.

Recursos potenciales

Estamos viviendo un momento crítico, desde el punto de vista de la geopolítica. Las dificultades económicas, con una guerra en Europa, la dependencia temeraria de países sin garantías, la escasez de recursos, el cierre de industrias productoras de energía, y un paradigma “verde” que ha puesto por delante los compromisos de descarbonización sin haber hecho los deberes,… Lo que estamos describiendo no es un problema de futuro, no es un “cuidado a ver qué va a pasar”… este es el presente que tenemos. Está pasando. El desabastecimiento de materias primas está poniendo en jaque nuestra industria, lo hemos visto en los últimos meses, por ejemplo con el sector de la automoción, la viabilidad de muchas de nuestras empresas, que sufren paralizaciones, recortes o eliminación de turnos de trabajo; el coste de la vida no deja de subir, mención aparte merece el coste de la energía, lo que empobrece al ciudadano, y especialmente a las clases bajas. Quizá precisamente en la cuestión energética es el momento de replantearnos el modelo: tenemos el conocimiento geológico de nuestro subsuelo y si nos despojamos de ciertos prejuicios contra la industria extractiva, comprobaríamos que tenemos el potencial necesario para establecer las bases de una auténtica independencia energética europea.

Y es que nuestro país es rico en recursos, caminamos cada día sobre un montón de formaciones geológicas que pueden albergar materias primas; algunas que, posiblemente solo nuestra compleja historia geológica ha permitido que se depositasen en nuestra tierra. Lo hacemos muchas veces ignorando las posibilidades de crecimiento que nos pueden brindar, por una falta de planificación y conocimiento. En estos dos conceptos está la clave.

Sin industria no hay desarrollo y sin materias primas no hay industria, pero tampoco habrá transición energética sin el cobre que, por ejemplo, ya sabemos podemos aprovechar en Touro.

Riqueza gallega

Galicia, España puede tener en sus manos, o mejor dicho, bajos sus pies, lo que muchos otros desean, pero en muchos casos nos hemos negado a explorar su potencial transformador. Lejos de comprar progreso, industria sostenible, obtención de recursos de modo ambientalmente respetuoso, compramos teorías catastrofistas, basadas en un desconocimiento de la legislación, las técnicas y el modo de operar de la minería moderna europea. A veces, con demasiada facilidad, nos quedamos con ideas de un mundo idílico, ecológicamente ideales, pero que son incapaces de garantizarnos el progreso, la calidad de vida, y la independencia de terceros (otro gallo le cantaría a Putin si la Unión Europa hubiese hecho los deberes a tiempo).

Puede ser que la Comisión llegue tarde a la acción, pero también es cierto que hace tiempo que viene insistiendo en la necesidad de que cada país miembro ponga en marcha un programa de investigación geológico de materias primas minerales propias para el conocimiento de su subsuelo. 

Desde el año 2008 nos recuerda que 35 millones de puestos de trabajo en la industria manufacturera en el continente dependen de un acceso fiable a estos materiales esenciales para ser transformados en esas cosas que nos hacen fácil la vida. Estados Unidos, Australia, Canadá, están apostando por la investigación, con la aprobación de ambiciosos programas de exploración que faciliten la identificación de materias primas minerales. La primera decisión de Liz Truss la pasada semana en su toma de posesión fue en materia de energía y aprovechamiento de los recursos propios del Reino Unido. La movilización hacia esa investigación inicial es global. Nosotros podemos quedarnos de brazos cruzados, pero en este caso, seguro nos arrollarán.

Investigación

Galicia posee indicios de cobre, litio, wolframio, antimonio, grafito, silicio metálico, titanio, coltán, tierras raras, cobalto… esto no significa que se vayan a convertir en minas. Este solo es el principio, desde aquí tiene que venir un esfuerzo de investigación que debe estar sustentado en un apoyo decidido de las diferentes administraciones. El camino será largo, pero solo así estaremos en disposición de disminuir la dependencia de terceros países. La Cámara Mineira de Galicia está liderando un proyecto para caracterizar antiguos estériles mineros, que en su día no tenían valor estratégico, pero hoy con el avance de las nuevas tecnologías, podrían tenerlo. Este tipo de iniciativas han permitido que hoy Ourense, en Penouta, cuente con la primera mina de Coltán de Europa, imprescindible entre otras cosas, para productos de alta tecnología.

Es hora de ser valientes, de entender que investigar, aprovechar y utilizar los recursos de nuestra tierra nada tiene que ver con el expolio, con supuesta afección ni con catástrofes medioambientales. El sector minero industrial del siglo XXI es absolutamente seguro y respetuoso con el medio ambiente, es garantista y está basado en la recuperación y generación de cada uno de los territorios aprovechados. Es desarrollo, industria, economía, fijación de la población en el rural, trabajo de calidad: es bienestar.

Recién puesta en marcha la vuelta al cole, pongamos los deberes para sacar adelante este curso nuevo que se nos presenta complicado. Investiguemos, asegurémonos sobre qué recursos y en qué cantidad tenemos, y, si es lo apropiado, aprovechémoslos.

Es nuestro futuro. Es una posibilidad que tenemos para que no nos quede pendiente la asignatura del desarrollo y no llevarnos así un suspenso en materia energética, en industrialización, en progreso, en bienestar y en crecimiento económico.

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