Opinión

AFILANDO EL HACHA

Imagine, amigo lector, que un leñador es contratado para talar un bosque. El primer día, descansado y entusiasta, tala veinte árboles. Al día siguiente, trabajando aún con más empeño, tala dieciocho. Al tercer día, tala quince y tan sólo doce el cuarto. Y así ocurre que cada jornada el leñador trabaja más duramente y, sin embargo, corta menos árboles que la jornada anterior. Hasta que, desanimado, acude junto a su encargado y le explica que ha perdido su habilidad y que, por más que lo intenta, su rendimiento sigue cayendo en picado. Y que, dadas las circunstancias, ha dedidido devolverle el hacha y renunciar a su empleo.


Esta es, contada con otras palabras, la historia de las economías desarrolladas en nuestros días: la productividad ha descendido alarmantemente, nuestra competitividad ha sufrido un serio revés, la crisis financiera todavía no ha amainado y el panorama es, a resultas de todo ello, muy desalentador. Tanto que no es de extrañar que cunda el desánimo y que sean muchos los que, después de trabajar más y rendir menos, se sientan tentados, como el protagonista de nuestra historia, a devolver su hacha. Entre otros motivos porque parece que nos enfrentásemos a una maldición sin remedio.


Y, sin embargo, sí hay un remedio: trabajar no más dura, sino más eficientemente. Eso es lo que descubrió el leñador cuando el encargado, en lugar de aceptar su dimisión, se detuvo a examinar la hoja de su hacha. '¿Cuándo fue la última vez que la afilaste?', le preguntó. En ese instante, el leñador comprendió cuál era la raíz misma de su problema: estaba tan ocupado talando árboles que olvidó que, para poder seguir talándolos a buen ritmo, debía detenerse de vez en cuando y afilar su hacha.


Quizá esta sea la ocasión propicia para hacer un alto en el camino y afilar el hacha o, como escribiera Stephen Covey en 'Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva', 'afilar la sierra'. A pesar de que no corran buenos tiempos o precisamente por eso, ahora es el momento de apostar por la educación y el conocimiento. A fin de cuentas, ese es el medio que nos permitirá seguir talando árboles en el bosque de una sociedad posindustrial. En la formación está, hoy más que nunca, la clave de nuestro futuro personal y de nuestro destino colectivo. Y no conviene olvidarlo.

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