Opinión

BROMAS

Siempre he creído que el humor es una de esas pequeñas cosas que dan valor a la vida, que la seriedad ha de ser formalidad y no un ceño fruncido o un rictus triste y que una broma es un regalo que alguien nos hace y que disfrutamos doblemente cuando es en su compañía. Quizá por eso aprecio tanto esos detalles amables que siempre nos arrancan una sonrisa o incluso una carcajada si la ocasión lo permite.


De todos modos, convendrán conmigo en que hay bromas y bromas y que no en vano hay bromas de esas que se apellidan pesadas; algo que constituye, por lo contradictorio de los términos, un verdadero oxímoron. Y es que si la broma está hecha para mover a la risa, mal puede serlo la que mueve a alguna persona a la vergüenza o al llanto. A fin de cuentas, la risa ha de ser compartida y, puestos a reír, hemos de reír todos. Y aunque es cierto que a veces uno no atina con el momento y que hay bromas poco oportunas -cosas que pasan-, también lo es que, para las bromas pesadas, nunca debería haber momento ni oportunidad.


De esas mal llamadas bromas hemos sabido esta semana, a cuenta de la que dos locutores australianos le gastaron a una enfermera del hospital donde era atendida Kate Middleton, la esposa del príncipe Guillermo y pronto madre de su primogénito. Los bromistas, por denominarlos de algún modo, impostaron la voz de la reina Isabel II y de su hijo Carlos para sonsacar a la triste protagonista de esta historia, divulgaron su acción y, a la postre, consiguieron que su pobre víctima, esposa y madre de dos hijos, se quitase la vida. Estamos ante un hecho luctuoso que evidencia que hay bromas que no son bromas y que quienes participan en los medios deberían cuidarse mucho a la hora de hacer una o hacer otra.


Plutarco sostenía que 'a veces, una broma, una anécdota, un momento insignificante nos pintan mejor a un hombre ilustre que las mayores proezas o las batallas más significativas'. Tenía razón porque una broma siempre dice mucho de quien la gasta: de su sentido del humor y la oportunidad, de su ingenio y, sobre todo, de su capacidad para iluminar con su alegría a cuantos están a su alrededor. Pero eso sí: cuando se trata de auténticas bromas y no de hacer, como en el caso de la enfermera australiana, mofa y escarnio de una persona bienintencionada. Eso es otra cosa.

Te puede interesar