Opinión

EL ESFUERZO AMARILLO

El presidente de Mercadona, Juan Roig, presentó hace unos días los resultados de su cadena de supermercados y aprovechó la ocasión para elogiar la cultura del esfuerzo de los chinos que viven -o malviven- entre nosotros. Esos chinos que, cosas de la vida, han pasado de la invisibilidad a la omnipresencia con la misma rapidez con la que han sabido cambiar los rollitos de primavera y el pato a la naranja por los 'todo a cien' y los grandes bazares donde tiene cabida cualquier producto imaginable.


La reflexión de Roig no es, desde luego, la de un cualquiera: es un próspero empresario que en 2011 fue capaz de crear 6.500 nuevos empleos fijos, facturar un 8% más que en 2010 e incrementar el beneficio de su cadena en un 19%. Y todo ello, para más inri, en un escenario que no invitaba el optimismo y en un partido, el de los negocios, en el que empatar es ganar. Con lo cual las palabras del valenciano no son baladí y, aunque pueda afeársele el que proponga a los bazares chinos como el modelo que no deben ser, no está de más que haya subrayado la importancia del esfuerzo para alcanzar el éxito.


En este sentido es significativo que los estudiantes asiáticos sean, de entre todos los grupos étnicos que viven en Estados Unidos, los que obtienen las mejores calificaciones: no solo aventajan a las demás minorías (afroamericanos y latinos, señaladamente), sino que incluso van por delante de la población blanca. Tan es así que diversos investigadores han estudiado los motivos de ese rendimiento sobresaliente y han concluido que, de entre los factores que lo explican, hay dos sumamente importantes: la implicación de los padres asiáticos en la educación de sus hijos y, un aspecto nada desdeñable, el hecho de que esos alumnos dediquen más tiempo a su formación que el resto de sus compañeros. Algo que obedece, sobre todo, a la influencia de una cultura que concede una especialísima importancia al esfuerzo personal. Con lo cual algo de razón tiene Juan Roig al proponer a los chinos como ejemplo de lo mucho que pueden el empeño y un cierto sacrificio.


Desde luego, el presente económico es negro para muchos -aunque no para Roig y su grupo de alimentación-. Y el futuro, por lo que se intuye, tendrá bastante de amarillo. Algo que ya intuyó el mismísimo Napoleón y que podemos comprobar dando un simple paseo por Ourense.

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