Opinión

ESPERANZA Y SU ESPERANZA

Hay un episodio en la vida de Alejandro Magno que, como ya escribí en estas mismas páginas, habría bastado por sí solo para justificar la grandeza del mayor de los macedonios. Mientras sus generales se repartían precipitadamente el botín de sus victorias, uno de sus hombres, viendo que Alejandro no tomaba nada para sí, le preguntó: '¿Y tú qué coges?'. A lo que Alejandro respondió: 'Yo me quedo con la esperanza'.


No es extraña la elección de Alejandro Magno. Sobre todo si consideramos que esta virtud es la que ha hecho posibles a lo largo de la historia las más increíbles y valiosas conquistas del espíritu humano. Al fin y al cabo, nunca nadie hizo nada importante sin la esperanza: el campesino siembra esperando recoger el fruto de su trabajo; el arquitecto traza líneas sobre un papel esperando que llegue el día en que su proyecto se alce hacia el cielo; y la madre alimenta y cuida a su hijo esperando que crezca sano y que se convierta en una persona de bien. Todos vivimos porque esperamos algo o a alguien.


Pero si hoy hablo de la esperanza es para referirme a la presidenta de la Comunidad de Madrid, que esta semana ha hecho gala de esa virtud que la adorna y que le da nombre. Y es que parece que la vida haya querido brindar a Esperanza Aguirre la ocasión propicia para demostrar que es, como muchos suponíamos, una mujer de una gran fortaleza y de un inagotable optimismo. Una de esas personas que hacen buena la máxima latina 'nomen omen', a cuyo tenor los romanos creían supersticiosamente que el nombre es un augurio del propio destino.


Desde luego, nadie podrá negar que Esperanza Aguirre constituye, al igual que Pasqual Maragall y tantas otras personas, desconocidas las más, un ejemplo a la hora de afrontar la enfermedad. Y ello porque, lejos de rendirse o de sucumbir ante el pesimismo, Esperanza ha decidido dar la batalla frente al cáncer. Presta así otro gran servicio a la sociedad española: el de pronunciar esa palabra impronunciable, desechando los habituales circunloquios. Ha dicho 'cáncer'. Pero lo ha dicho para despojar a ese sustantivo de su carácter maldito. Lo ha dicho para cuestionar aquellos versos de su tío Jaime Gil de Biedma, tan bellos como incompletos: 'envejecer, morir, / es el único argumento de la obra'. Y no era cierto: también está, siempre lo estará, la esperanza.

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