Opinión

INCENDIOS: CAÍN Y NERÓN

Se nos ha ido el verano y, sin embargo, arden las provincias gallegas y señaladamente la nuestra, que se ha consumido por sus cuatro costados durante unos días interminables. Muy a nuestro pesar, este año los incendios no nos han dado tregua: llegaron con el estío y, en esta ocasión, han seguido causando estragos en un otoño caliente que se revela especialmente propicio para los pirómanos y para sus desmanes.


Resulta triste comprobar que todavía hay quien quiere cambiar el verde de nuestros montes, el auténtico color de nuestra tierra, por ese gris triste que remeda los restos de un cigarrillo arrojado en un cenicero cualquiera. Pero, más allá de eso, también resulta triste comprobar que los responsables de atajar estos hechos se enzarzan a menudo en polémicas estériles, lejos de procurar las soluciones que demanda este grave problema.


Al pisar la tierra calcinada, podríamos creer que vivimos en los dominios de Caín. A fin de cuentas, los incendiarios plantan fuegos aquí y allá y siembran la desolación entre sus propios convecinos, cuando no entre sus hermanos. La quijada de asno del episodio bíblico se ha convertido, milenios después, en un mechero o en una caja de cerillas con los que arrebatar a los otros su tranquilidad, sus pertenencias e incluso, en demasiadas ocasiones, sus vidas.


Pero al pisar la tierra quemada también podríamos pensarnos en los dominios de Nerón. Y ello porque el emperador romano fue el primero en dotar al fuego de intencionalidad política. Y eso es algo que sigue ocurriendo todavía hoy cuando nuestros representantes se afanan en demostrar que las llamas arden por culpa del otro: del que ocupa un sillón, del que lo ocupó previamente e incluso, ya puestos, del que aspira a ocuparlo algún día. Nuestros políticos porfían en la discusión de los conejos de Iriarte -¿galgos o podencos?- y, mientras tanto, el fuego arrasa nuestra geografía.


Lo deseable es que algún día se tomen medidas de verdad para prevenir los incendios que, año tras año, asolan Galicia: medidas educativas, medidas preventivas y, por descontado, medidas punitivas. Medidas, en suma, que acaben con el terrorismo forestal, esa práctica cainita que nunca debería prestarse a esa utilización política que resulta más propia de Nerón que de los mandatarios de nuestro tiempo.

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