Opinión

¡LA PELOTA SE DETIENE AQUÍ!

La responsabilidad, como la culpa, suele ser huérfana. Cuando se trata de dar un paso al frente y asumir las consecuencias de los propios hechos, suele ocurrir que los hechos dejan de ser propios y que las consecuencias deben sorportarlas otros. Es entonces cuando los que deberían ser consecuentes comienzan a buscar esas excusas que tanto abundan y que, como escribió el santo aragonés, no son sino 'razonadas sinrazones'. Es entonces cuando muchos optan por pretextar cualquier cosa y pasarle la patata caliente a otro en la esperanza, en ocasiones cumplida, de eludir su responsabilidad.


Algo así es lo que ocurre a diario en la escena pública y lo que ocurre, por ejemplo, con la tragedia del Madrid Arena donde la noche de Halloween fallecieron tres jóvenes a consecuencia de una avalancha humana. Ahora, a toro pasado, todos parecen saber que las instalaciones no reunían las condiciones exigibles o que la organización del evento no era la adecuada. Y todos se empeñan en echarles la culpa a los demás: la empresa al ayuntamiento de Madrid, el ayuntamiento a la empresa y, ya de paso, algo les toca a la policía, a quienes prestaban servicios de vigilancia en la macrofiesta y a quienes pasaban por allí. La responsabilidad de lo acaecido continúa así sin determinar y la culpa sigue en esa orfandad que le es tan propia.


Tal vez sea el sino de los tiempos: vivir en la irresponsabilidad, salirse por la tangente y esperar a que otros apanden con las consecuencias de nuestros actos. Algo muy distinto a lo que proponía y hacía el presidente Truman que, en su mesa del despacho oval de la Casa Blanca, tenía una placa que decía: 'The buck stops here!'. Una expresión que bien podríamos traducir a nuestro idioma con un '¡la pelota se detiene aquí!'. Con ello, Harry Truman quería significar que él era el responsable último de cualquier decisión y que, como recordó en enero de 1953 en su discurso de despedida al pueblo americano, nadie podía decidir por él porque ése era precisamente su trabajo.


La placa sobre el escritorio de Truman es un buen recordatorio de lo importante que es cumplir nuestras obligaciones y asumir nuestras responsabilidades en lugar de tratar de traspasárselas a otros. Una idea que, más de medio siglo después de su mandato, mantiene toda su vigencia y, a la vista de las noticias, también su actualidad.

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