Opinión

'LO SIENTO'

Hace ya una semana desde que nos desayunamos con la noticia de que D. Juan Carlos había sufrido una caída mientras participaba en un safari en Botsuana. Así fue como descubrimos el paradero del monarca, su afición a la caza de elefantes y las bondades de aquella república sudafricana para abatir paquidermos a capricho siempre que uno pueda permitírselo. Y así fue también como averiguamos a qué dedica nuestro rey su tiempo libre o por qué no había visitado a su nieto, Felipe Juan Froilán, herido tras haberse disparado en un pie.


Dicen que, tras sufrir este percance, el nieto mayor de los reyes exclamó: 'El abuelo se va a enfadar mucho'. No sabemos si D. Juan Carlos se enfadó o no, ni si mucho o poco, como tampoco sabemos qué es lo que exclamó él tras su desafortunado traspié. No obstante, es de suponer que, tras dolerse por su cadera rota, pensaría en la reacción de los españolitos de a pie al saber de sus caras aficiones y, sobre todo, de las amistades que las sufragan y con quienes las comparte.


Pero hoy no querría entrar a debatir sobre si el rey tiene o no derecho a su privacidad, si puede ir a cazar elefantes o si debe viajar con el Imserso. Hoy querría subrayar una circunstancia realmente llamativa: que, una vez recuperado y antes de abandonar el centro médico en el que fue intervenido, D. Juan Carlos tuvo a bien disculparse por lo que fue, a todas luces, un error. Y lo hizo con once palabras que, al decir de algunos, habrían sido ensayadas hasta la saciedad y calculadas con extraordinaria precisión. Pero once palabras con las que, a fin de cuentas, el rey hizo lo que muy pocos: pedir perdón.


'Lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir', dijo sosteniéndose sobre sus muletas y demostrando que, como escribió Alessandro Manzoni, 'el hombre crece cuando se arrodilla'. El rey cometió un error: es cierto y él mismo lo ha reconocido. Pero también ha pedido perdón en un país donde pocos tienen la osadía, o la decencia, de hacerlo. Y ese es un gesto que lo engrandece. Algunos dudarán de la sinceridad de ese arrepentimiento y de si irá o no acompañado de un verdadero propósito de enmienda. Eso es algo que, a buen seguro, comprobaremos en el futuro próximo. Mientras tanto, nos queda la lección de ese hombre que, siendo el primero de entre los españoles, ha sabido decir 'lo siento'.

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