Opinión

Recentralización

Artur Mas se ha llevado al huerto a Iñigo Urkullu y le ha convencido para firmar un comunicado que, a poco que lo analice el presidente vasco, comprenderá que no hay por dónde cogerlo.

Urkullu es hombre que tiene la cabeza sobre los hombros, que ha dicho bien claro a Mas en el pasado reciente que él no juega a independencia sino a más autogobierno, que en los últimos tiempos no aceptó invitaciones del presidente de la Generalitat que venían con las tarjetas impregnadas de independentismo y que ha dado prioridad a resolver los problemas de los vascos antes que a entrar en derivas políticas que no conducen a nada positivo. Pero en la euforia de los grandes eventos deportivos –selección vasca de fútbol contra la selección catalana, un puntazo- Urkullu no solo invitó a Artur Mas a almorzar en una de los grandes restaurantes vascos sino que además se avino a firmar con él un texto que no hay por dónde cogerlo.

Lo primero, por la acusación de recentralización del gobierno central. Lo segundo, por el llamamiento a luchar contra la corrupción y abogar por la transparencia. Lo tercero, por reivindicar el consenso que se alcanzó hace treinta años.

De nada de eso puede hablar Artur Mas. De nada. Le sostiene financieramente el gobierno central, si no fuera porque desde el gobierno central le envían el dinero para pagar las nóminas de los funcionarios y las deudas de la Generalitat, Cataluña estaría en quiebra. Que Mas saque pecho exigiendo más transparencia y menos corrupción es para llorar: la sede de su partido está embargada porque las cuentas no están claras; uno de los personajes más importantes de Convergencia, Jordi Pujol, se ha convertido en símbolo de la corrupción desde que “confesó” que desde hacía más de 30 años disponía de una cuenta millonaria en Suiza que le dejó en herencia su padre, con un testamento que no conocía su hermana y que Pujol no ha podido aportar al juez. Las cuentas familiares de Artur Mas tampoco cuadran, uno de sus consejeros tenía negocios con la familia Pujol… en fin, que no se ve excesiva ejemplaridad en el entorno de Mas. Y en cuando a denunciar que este gobierno ha roto el consenso, es curioso que lo haga quien abomina de la Constitución del consenso y no duda en tomar decisiones que van contra la legalidad.

Urkullu está hecho de otra madera, y en su partido, el PNV, no se ven escándalos como los de Convergencia y los de Unió, la coalición con la que gobierna Artur Mas. Sin embargo, los dos presidentes, con ese comunicado escrito en ambiente de euforia, se colocan en el mismo plano. Lo dicho: Mas se ha llevado al huerto a un lehendakari que le da mil vueltas en sentido de Estado y sentido de responsabilidad.

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