Opinión

El punto "terquil"

Veo que esta palabra no existe en el diccionario de la RAE, por eso lo de las comillas, pero podría existir, referido a ese punto de terquedad que todos tenemos desde pequeñitos, unos más (los tercos) y otros menos (los dóciles). El problema es saber cuando estamos en el punto de no retorno de la terquedad; ese punto “terquil” que yo propongo,  porque pasa como en los aviones;  hay un instante  en el que puedes abortar el despegue. ¡Plin¡  Pero,  llegado el punto de no retorno, tienes que irte al aire, necesariamente,  después ya estamos en otro escenario;  puede que la decisión de echarte a volar haya sido acertada y llegues a tu destino después de un vuelo placentero, o te hayas estrellado. ¡Plaff¡  porque el avión no ha podido alcanzar los parámetros imprescindibles para poder volar. 

Albert Rivera me caía y me seguirá cayendo bien;  en el trato personal  es ameno, cercano y educado y, tal como están las cosas, ya es motivo suficiente para seguir teniendo la consideración y el respeto que nos tuvimos desde que hace ya bastantes años le alquilé unas furgonetas de PLANCAR en su céntrica oficina de Barcelona para una de sus primeras campañas al comienzo de su carrera política. Se le veía ilusionado con su proyecto y respiraba entusiasmo y optimismo a raudales en aquellos momentos en los que se estaba iniciando en Cataluña el movimiento, con perdón, de los acontecimientos que les han llevado a la incierta situación actual.  Recuerdo que tuve la oportunidad de dedicarle mi libro “Réquiem por la razón” que salía por aquellos días y que, en cierto modo, en medio de las demás tonterías, tocaba también un poco el tema de los nacionalismos.

Lamento profundamente  que una persona como Albert  Rivera abandone desmoralizado la escena política porque al final es todo  más sencillo. Todas las propuestas son válidas siempre que por medio esté la educación y el respeto, esto vale para todo, me da igual que estemos hablando de política, como haciendo una gestión en un banco o en un ayuntamiento, que estemos comprando un jamón, o que viajemos en tren o en una carretera, da igual, lo que quieres es que te traten con educación, que no te insulten, que no te apedreen, que puedas ir a tu trabajo o a tu escuela, que puedas vivir, simplemente,  porque,  ya pueden  ser de tu nación,  pueblo,  partido o de tu club,  que si te incordian, si te hacen la vida imposible, ya nada merece la pena.

Albert Rivera es un buen tipo pero no ha  sabido gestionar bien su punto de terquedad, mejor dicho,  el punto de no retorno, el “terquil” vamos,  y se ha estrellado, así, a palo seco, rotundamente,  tuvo en su mano la posibilidad de desbloquear la situación política que teníamos en la primavera,  al margen de que hubiera dicho antes esto o aquello,  que ya vemos que cada vez  es menos relevante,  sobre todo en la política, evitando, al mismo tiempo unas nuevas elecciones que no han servido más que para tensar el panorama. Como pasa a menudo, el protagonista es el último que se entera, parte de su equipo fundador lo había abandonado con anterioridad  porque presagiaba el debacle final que se avecinaba, él no,  él confiaba en el milagro que nunca apareció.  Error. Lo siento Albert, pero te digo una cosa: Volverás, ahora que ya le has cogido el punto. Los tercos también cambian. 

Hay dos expresiones,  muy  tontunas  ellas,  que han presidido  muchos comportamientos.   Una de ellas es la que entusiasmaba a nuestro Camilo José Cela y que tal vez haya contagiado a Rivera: “El que resiste, gana”,  y la otra, muy frecuente: “Sé tú mismo” Pues no, mire Vd., no me valen ninguna, cualquiera de ellas me pueden servir para una cosa y para la contraria, es decir, una tontuna.  No vendas las acciones, resiste, ya subirán, llevamos muchos años cobrando sus dividendos. No vendas la finca, cualquier día la recalifican, el que vende acaba, decía el abuelo, pues no Don Camilo, la cagamos che. En lo de “sé tu mismo”, de acuerdo, sé tu mismo, pero como decía aquél, si no eres gilipollas, en ese caso, amigo mío, mejor que seas otro.

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