Opinión

Ojo, puede matar

Los fumadores ya están  acostumbrados a acudir cada día a sus estancos y comprar sus cajetillas de cigarrillos con llamativos letreros como éste advirtiendo  del peligro que encierra el consumo del tabaco. Las fábricas tabaqueras están obligadas por ley a exhibir en sus envases estos alarmantes mensajes añadiéndoles incluso  horribles fotografías de como quedan los pulmones y otras vísceras de los fumadores que insisten en seguir aspirando ese humo que, en la mayoría de las ocasiones, obligan a respirar también a los que están a su lado haciéndoles pasivos partícipes de la faena, lástima que no pase lo mismo cuando estamos cerca del que se está metiendo para el cuerpo un pulpo con patatas, un solomillo al punto  o una merluza a la gallega, pero no, por desgracia este fenómeno transitivo solo se produce  con los virus, el perfume,  el tabaco y con los pedos. También es mala suerte.

Tendremos que admitir que otros muchos productos que también son nocivos para la salud no tienen signo externo alguno que nos avise de ese peligro, así nos podemos comprar tranquilamente en cualquier supermercado todas las botellas de aguardiente, whisky  o tequila que queramos, o comernos todas las morcillas, longanizas, torreznos, callos con garbanzos, cocidos, botillos, bollos y demás productos que sabemos perfectamente que no son nada recomendables, sin que nadie les obligue a ponerle  una triste pegatina  avisándonos del peligro que su ingesta supone para nuestra salud.

Está claro que la vida consiste en ir sorteando los peligros que nos acechan desde el día en que nacimos, muchos de estos peligros avisan, ya sea con fiebre, dolores, luces, señales o sirenas, pero en otras ocasiones, nos cogen totalmente por sorpresa y solo nos damos cuenta de la situación peligrosa en la que estábamos, cuando ya se ha producido la tragedia.

Me estoy refiriendo a los grandes peligros, incluso mortales, que corre una persona, a día de hoy, por el mero hecho de ser buena, simplemente, por ser solidaria, por tener esos principios en los que se ha basado nuestra civilización, por ser un buen ciudadano que no se esconde ante una situación injusta saliendo en defensa de un desconocido que está siendo ultrajado, atropellado y que su sensibilidad y valentía no le permiten mirar para otro lado en contraste con lo que impera en nuestro mundo actual de rentabilidades, listos, trepas, oportunistas y  cobardes. En este caso, la pegatina de aviso que tendrían que llevar estos héroes tendría que ser al revés; ojo, puedo morir.

Los recientes casos de las trágicas muertes de los jóvenes Ignacio Echeverría en Londres y de Daniel Beltrán en la playa de Arealonga, en Vigo, en la noche de San Juan , enfrentándose sin armas frente a desalmados asesinos en defensa de los valores en los que se asienta nuestra convivencia, son un ejemplo del riesgo que corre una persona con esos principios de solidaridad y valentía que tan poco frecuentes son ya en nuestro moderno y materialista mundo donde las cosas no se hacen si no son rentables y está claro que esto no lo es. 

El caso de Ignacio Echeverría ha tenido más transcendencia porque sus asesinos eran yihadistas, pero los dos han dado su vida intentando defender unos principios,  los dos son unos héroes, a estos sí que se les puede poner una calle,  a mí me da igual que el  asesino invoque a su dios, a su patria o a su chorra, como este desgraciado criminal  que estaba empeñado en mear desde la balconada y que va a la fiesta de la noche de San Juan con un revolver. Hay que ser miserable.

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