Opinión

EFECTOS SECUNDARIOS

No lo digo yo, sino investigadores de la Universidad de Indiana, así que no maten al mensajero. Resulta que algunas mujeres, (omiten el dato porcentual, aunque por lo que se ve no es un fenómeno esporádico) encuentran un aliciente añadido cuando van a un gimnasio a ponerse en forma, o simplemente a dulcificar o atemperar el cruel paso del tiempo en sus carnes, que a todos, hombres y mujeres, nos llega, aquí no se salva nadie. Ya no se trata solo de aligerar kilos, tersar pieles o tonificar músculos. Tampoco, aunque también, actúa como único acicate la necesidad de reducir niveles de colesterol o de estrés laboral o doméstico cuando caminan o corren sobre la cinta, levantan mancuernas, hacen spinning, rebajan la grasa acumulada con series repetidas de abdominales, montan en bicicletas estáticas o mueven acompasadamente brazos y piernas en esa otra llamada elíptica, en perfecta armonía de tronco y extremidades. Todo esos ejercicios sí, claro, ayudan a mejorar cuerpo y mente, pero además algunas de ellas han descubierto otros placenteros efectos secundarios: en medio de la sesión de turno, una sensación nueva se apodera de ellas, algo repentino, que por el efecto sorpresa las atora y asusta la primera vez; un hormigueo, un pequeño espasmo, un acelerón de pulsaciones, hasta que se dan cuenta del percal y su mente se desata: '¡Dios!, ¿qué es esto? No es posible, ¡Oh, sí, bien?! ¡Pero aquí no, no ahora! ¿Qué??,¡Hay gente! ¡Para! Bueno no?¡Sigue, ahora que estás no pares! ¡Seguro que se me está notando! No puedo, ¡no puedo!, disimula, creo que aquél de la esquina me está mirando?Dios, ¿qué hago, por favor? ¡Sí, Sí, Sí! ¡Ahí viene, bufff,, no puedo controlarlo?.!¡Ya!'. Y entonces, con las pulsaciones aún disparadas y los últimos estertores del paraíso aún latentes en sus piernas, trata de recuperar la calma perdida y la apariencia neutra de quien sigue pedaleando con la mirada fija en el monitor de televisión. Después ojea a uno y otro lado, escudriñando los rostros por si descubre alguna mirada lasciva u otro gesto de complicidad. 'Bien, parece que nadie se ha dado cuenta', piensa. Y termina su sesión de ejercicios, con la satisfacción, no solo del deber cumplido, sino también con el sabor dulce aún presente del sorpresivo gozo logrado.


Sí, bastantes de las mujeres entrevistadas para elaborar ese estudio reconocieron que habían tenido orgasmos practicando alguno de esos ejercicios; y el cuarenta por ciento de las que alcanzaron el 'cielo', lo habían logrado en más de diez ocasiones, por lo que dudosamente se puede hablar de un efecto colateral aislado.


Supongo que no tenemos por qué dudar de estas sorprendentes conclusiones, así que, llegados a este punto, cabe concluir que la naturaleza ha dotado a las mujeres, no ya solo de una inteligencia y sensibilidad superiores a la gran mayoría de los hombres, por lo general más simples y arcaicos en muchas facetas de la vida, sino también de poderosos estímulos corporales capaces de convertir una aburrida y dolorosa sesión de spinning en un torrente de clímax sexual, transformando el sacrificio por un cuerpo más esbelto en el placer más íntimo y en ocasiones tan anhelado.


Reconozco que no soy carne de gimnasio, prefiero perderme al aire libre dando zancadas o bracear en verano en el agua. Pero a los asiduos de estos lugares les diré que no traten de adivinar entre ellas quién pueda estar experimentando esa sensación. Son tan lisas que nadie se percatará, así que dedíquense a levantar pesas o a pedalear, so pena de quedar como un pobre voyeur en busca del orgasmo perdido.

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