Opinión

Ese brazalete arcoíris

El fútbol es un catalizador potente. La firmeza de un portero para llevar el arcoíris en el brazalete de capitán durante la Eurocopa ha propiciado que la Unión Europea exija a Hungría que se largue del club si no retira una ley que estigmatiza al colectivo LGBTI en la educación bajo el pretexto de la protección de la infancia. Sólo por el simbolismo del gesto y la concatenación de reacciones, este torneo ya ha merecido la pena.

Manuel Neuer comenzó a usar el brazalete arcoíris en el partido de preparación contra Letonia. Es la manera elegida por la Federación alemana para contribuir a la aceptación de la diversidad y los derechos de las minorías. Arrancó el torneo, Hungría estaba con Alemania y Portugal en el llamado grupo de la muerte pero Manuel Neuer no se arrugó ni con la apertura de una investigación y amenaza de multa que finalmente se cerró. La UEFA se amparó en la prohibición de lucir símbolos políticos en la vestimenta. Mientras Cristiano Ronaldo respondía con dos goles a los cánticos homófobos en el Puskas Arena, los gestores del negocio decidieron templar gaitas y prohibir que el Allianz Arena se iluminase con la bandera arcoíris como proponía el alcalde Múnich para recibir al combinado húngaro. Gol en propia meta. Varios estadios alemanes se encargaron de potenciar la denuncia con sus luces. El izamiento de la bandera que representa al colectivo LGBTI también se adelantó en los lugares más significativos del continente en el mes del Orgullo. 

La presión produce diamantes. En la grada de un estadio se puede elaborar un tratado de sociología. Alemania es un ejemplo del aprendizaje del pasado para no repetir errores, la deriva a la que Viktor Orbán conduce a Hungría resulta peligrosa. El fútbol amplifica el mensaje. La ley que impide abordar la homosexualidad en los colegios húngaros seguiría adelante como un molesto ardor en el estómago de la UE, que algo tendría que decir porque la comunidad LGBTI sería la cuarta economía mundial con un PIB de casi cinco billones de dólares si fuese un estado, según publicó Cinco Días, pero hasta ahora nadie le había enseñado a Orbán la salida. La mejor parada de Neuer.

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