Opinión

Milagro en avión

Hay que tener mucho cuidado con los símbolos y los simbolismos. Especialmente en política. Tenemos ejemplos históricos que nos llaman a la prudencia a la hora de usarlos o de cambiarles el significado. Un símbolo suele ser un referente, para bien o para mal, y su interpretación por parte del receptor no siempre se corresponde con la idea del creador o del emisor.

Traigo esto a la palestra porque la campaña electoral iniciada esta madrugada está plagada de simbolismos intencionados o inconscientes. Nos la anuncian como referente de un final de ciclo –todo final es siempre un principio-, como espejo de la resistencia del bipartidismo imperfecto, como puerta de entrada a un futuro incierto… Hay predicciones emblemáticas para todos los gustos y votantes.

Sobre todas ellas, una me llama poderosamente la atención. Se trata de la “lista simbólica” presentada por el BNG en el pequeño municipio de Avión, donde gobierna la derecha desde hace treinta años y donde tienen su residencia los emigrantes gallegos más ricos del mundo. Tas la negación de su única edil a liderar la candidatura, los nacionalistas han tenido la luminosa idea de confeccionar una lista municipal encabezada por el portavoz nacional, Xavier Vence, como protesta contra el caciquismo del PP. Excepto los números 2, 3 y 4 –¿vecinos de Avión?-, el resto hasta once son figuras relevantes del Bloque sin ninguna relación con el ayuntamiento. Cierra la propuesta Francisco Jorquera, portavoz en el Parlamento gallego, y figuras históricas como Olaia Fernández Davila o Néstor Rego integran la comitiva irmandiña contra el feudalismo ourensano.

Tengo la impresión de que el simbolismo se les ha ido de las manos. La desgraciada deriva del BNG realmente puede haber encontrado su verdadero símbolo en esta acción electoral. La iniciativa puede simbolizar su soledad y su decadencia. La pérdida de apoyos ciudadanos ha dejado a la cabeza rectora aislada y desconectada de la realidad. Incapaces de conseguir presencia en la totalidad del territorio, al que aspiran convencer para su causa, ofertan un espejismo. Si en Avión se produjera el milagro de alcanzar la mayoría absoluta, la operación de imagen de los nacionalistas se convertiría en un disparatado fraude para los votantes. Y en Galicia hay que tener mucho cuidado con los milagros.

No hay duda de que esta actuación también pone de manifiesto la terrible decadencia del BNG, después de tocar su techo del poder municipal y autonómico. Están recogiendo el fruto de creer y soñar en un país simbólico, Galiza, frente a la Galicia real. La alegórica conquista de un pequeño reducto, 3.700 habitantes, para el BNG se convierte así en el espejo mejor bruñido de sus utopías anacrónicas. En un capítulo más del esperpento bipolar de los nacionalismos. En el milagro de Avión.

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