Opinión

En pocas palabras

P ierden aceptación a manos llenas. Cada vez menos valorados, sometidos a criterios partidistas descienden escalones de popularidad con su único horizonte a cuatro años vista. Gesto displicente, mirada aviesa, dietas sin justificar, trajeado rictus y ensayado gesto, sus palabras sirven al inútil esfuerzo de convencer sin decir nada, enrocados como están en negaciones y políticos desmentidos.

Desplazados y divididos, empeñados en peleas tabernarias, su dialéctica define sin pudor la degeneración a la que se somete la tensa rutina gobernante en un duelo incestuoso y ridículo, tanto como jugar a ser oposición sin apenas oponer nada ante el caprichoso desgobierno que desfila ante sus ojos.

Unos y otros juegan, haciendo oídos sordos a todo, a transmitir en directo reacciones precipitadas ante una situación de crisis que ha desnudado vergüenzas y caprichosas decisiones anteriores; a una salida de vía sucede un absurdo cambio de dirección, rasante errónea salpicada de bandazos con los que la oposición responde a las pretendidas medidas anticrisis. El ampuloso y prepotente 'diálogo político', rimbombante brindis a la desesperada en inútil concurso de ideas, no ha hecho más que destapar una vez más carencias y desencuentros. Las cifras, rotundas y desesperantes al cierre de un escaso febrero, y que sólo ya algún memo gestual se empeña en negar hasta la reiteración, dibujan un futuro tan poco esperanzador como oscuro el túnel al que han conducido al país que les examina.

Ingrato, absurdo y desproporcionado ejercicio por cuanto unos se muestran incapaces siquiera de plantear reformas estructurales entrando de lleno en necesarios ajustes, mientras los otros simplemente contraprograman exigiendo renuncias y enmascarándose ante la preocupante falta de ambición y capacidad de sus interlocutores.

Te puede interesar