ÁGORA ECONÓMICA

La demografía y una nueva "normalidad" en la economía

World population rise and Earth overcrowding. Digital illustration.

Que tienen en común el ascenso de Donalp Trump, el éxito del Brexit, la baja remuneración del ahorro, el temor creciente de que cualquier tiempo pasado sea mejor y que los Rolling Stones siempre estén de vuelta… las nuevas circunstancias de la  demografía. 

Antes de la gran recesión de 2007, lo “normal” en el mundo occidental eran los ciclos más o menos regulares que tras una breve contracción se abría una etapa posterior de crecimiento económico más o menos prolongado en el tiempo con aumentos salariales y cierta inflación. Ahora nos enfrentamos a una nueva “normalidad” en los países desarrollados.  En la última década el crecimiento económico es débil, los tipos de interés son históricamente bajos y el mercado laboral no recupera la robustez del pasado. La situación, aún con variantes, presenta similitudes en Europa, Estados Unidos y Japón. España también es un ejemplo claro de esta nueva realidad.  Tras un periodo regresivo de tan larga duración en nuestro país, hace ya tiempo que, según la “normalidad” antes imperante, tendría que haber existido un rebote claro del crecimiento (con tasas puntualmente por encima incluso de un 5% o 6%), y una consistente recuperación del empleo de calidad y de los niveles de riqueza que llegase a todas las capas de la sociedad. Ya no es así. La nueva normalidad será otra. 

Así lo expone un nuevo estudio realizado por la Reserva Federal de Estados Unidos. Según sus conclusiones, el bajo crecimiento, la escasa inversión, los bajos tipos de interés reales y las tensiones distributivas de la riqueza se prolongarán durante años. Y la principal causa es la demografía, a partir de la drástica transformación de la pirámide poblacional en el mundo occidental.

Comprendiendo la nueva normalidad: el papel de la demografía, así se titula este informe que, centrado en la economía americana pero extrapolable al resto de grandes economías, asocia el potencial de crecimiento a factores demográficos asociados con el baby boom que se produjo tras la Segunda Guerra Mundial y el comportamiento posterior de la pirámide demográfica . 

Hasta fechas recientes los ciclos estaban afectados por el fuerte crecimiento de la población en Occidente entre 1950 y 1970 y el boom tecnológico que acompaño esta etapa y se prolongó hasta fechas recientes con las tecnologías de la información, cuyo impacto se ha ralentizado. 
Los expertos que han participado en este informe señalan que los factores demográficos han reducido el crecimiento del PIB en 1,25 puntos porcentuales desde 1980, en la misma proporción que se han visto reducidos los tipos de interés reales de equilibrio. Esto se ha producido sobre todo por el menor crecimiento de la fuerza laboral, una situación que lejos de ser un factor temporal  se ha agudizado en la última década y puede ser crónico.

El informe concluye que el fuerte crecimiento de la población tras la Segunda Guerra Mundial ha permitido fuertes tasas de crecimiento e inversión en el pasado y, ahora que la  generación del baby boom ha comenzado a jubilarse y el crecimiento de la fuerza laboral se está reduciendo, existe  abundancia de capital respecto a la fuerza laboral. De este modo, las empresas tienen exceso de medios  y, consiguientemente, los rendimientos del capital se comprimen, dando lugar a un descenso en la demanda de nueva inversión como el que se evidencia desde hace una década. 

Esta opinión también tuvo eco en la última reunión del G-20 celebrada hace apenas un mes en China. En un informe previo a la cumbre, el FMI sugiere una nueva rebaja sobre la previsión del crecimiento mundial para 2016, vaticinando un 2% para el conjunto de las economías desarrolladas, la tasa más baja desde 2009. Más allá del Brexit y otros factores coyunturales, varios expertos apuntan a problemas estructurales que están afectando a las fuentes de crecimiento, los cuales no se están considerados  en toda su magnitud, y el primero que señalan es la demografía. Al margen de las coincidencias con el informe de la Reserva Federal, se cita también el impacto en las cuentas públicas del envejecimiento poblacional (tan debatido en España tras la drástica reducción de la hucha de las pensiones en los últimos años), el retraso de la edad de jubilación y su impacto en la tradicional composición y relevo intergeneracional por el empleo y, aún a pesar de la progresiva ampliación de la edad de jubilación, la creciente presión sobre el dividendo demográfico con un número decreciente de trabajadores respecto al número de personas dependientes, cuyo cociente escaló ente año en los países desarrollados a los niveles más elevados en décadas. 

El impacto no sólo es económico sino también político y social. Así, el auge de Donald Trump se explica en gran medida por el apoyo de la clase trabajadora blanca, sobre todo en el Medio Oeste de Los Estados Unidos, la cual ha visto como su percepción de un futuro de progreso a la que estaban acostumbrados, se ha ensombrecido tras la última crisis y su peso demográfico pierde posiciones.  Lo mismo sucede con el auge de los nacionalismos en Europa, donde la necesaria entrada de trabajadores y población foránea  para compensar las bajas tasas de natalidad y reposición de nueva fuerza laboral interna, sumado a las tasas de crecimiento modestas y claramente insuficientes para lograr un mayor bienestar que se traslade a todas las capas de la sociedad, está creando tensiones y fomentando discursos de carácter nacionalista como el que dio lugar al Brexit, que al final se demostró que no fue más que una respuesta visceral sobre inmigración. No hay más que ver una de la última propuesta estrella del nuevo gobierno inglés para contentar a las capas trabajadoras más descontentas, la cual pretendía obligar a las empresas a hacer listas de trabajadores extranjeros, si bien al final no ha tenido más remedio que dar marcha atrás ante la presión de gran parte del sector empresarial. 

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