SOCIEDAD

El garaje donde Ortega alumbró Zara

AMANCIO
photo_camera En este bajo de 400 metros cuadrados de la calle Noia, Amancio Ortega comenzó a fabricar sus primeras marcas.

Ya no queda rastro del traqueteo de las máquinas de coser en el bajo de 400 metros cuadrados en el que el fundador de Inditex instaló su primer taller para confeccionar batas; ahora se alquila por 900 euros.

La noche ya ha caído y un hombre menudo entra a la carrera en el bajo del número 61 de la coruñesa calle Noia. Acaba de terminar su jornada como encargado en la "boutique" La Maja pero aún le queda labor por hacer. Saluda a las tres decenas de costureras entre el traqueteo de las máquinas, besa a su mujer y pregunta en qué puede echar una mano. Hay que planchar unos cuellos para terminar un pedido y se pone con la faena antes de empaquetar las prendas.

Estamos en 1964. Hace algo más de un año que Amancio y Antonio Ortega Gaona y sus mujeres, Rosalía Mera y "Primi" Renedo, comercializan unas batas de "boatiné" bajo la marca GOA –el acrónimo surge de las iniciales de los dos hermanos con el orden invertido– y los pedidos van en aumento. Parece que ha pasado mucho tiempo desde que Rosalía y su cuñada destriparon en casa de ésta una bata rosa confeccionada en Cataluña, con ribetes azules, botones forrados, cuello vuelto y tacto suave, para sacar un patrón en cartón con más ilusión que pericia. Antes habían practicado con unos cucos guateados para abrigar bebés, pero la oportunidad para colarse en el mercado son esas batas que compran con entusiasmo las clientas de La Maja.

Con un préstamo de 2.500 pesetas (15 euros) solicitado por Amancio Ortega al Banco de Bilbao y la misma cantidad invertida por Antonio, trasladan el experimento del piso de "Primi" a un local de menos de 100 metros cuadrados en la calle San Rosendo. Bajo la supervisión de "Rosi" trabajan media docena de empleados. Las batas se venden incluso en La Maja. Antonio, viajante de este establecimiento, José Antonio Caramelo y su sobrino Javier Cañás Caramelo son comerciales muy conocidos en las tiendas del norte de la península y consiguen colocar con bastante facilidad un producto muy competitivo en relación calidad-precio. Sobre todo desde que han salido las tallas e y doble e –especial y doble especial– para atender la demanda de las mujeres con más peso. Significó una primera democratización del elitista mundo de la moda.

DAR EL PASO

Los tres llevan mucho tiempo escuchando a Amancio Ortega animándolos a dar el paso: "Hay que hacer algo, tenemos que montar un negocio..." No quiere pasar el resto de su vida trabajando para otros como dependiente y en La Maja los hijos del fundador le cortan las posibilidades de ascender. Pero aún no ha llegado el momento en el que José Luis Castro Quintáns, su jefe en la exclusiva "boutique", acabe trabajando para él en Inditex, ni tampoco Amancio Ortega sueña con que la revista Forbes lo sitúe como el hombre más acaudalado del planeta. Un prodigio, aunque sea por unas horas. La preocupación de Amancio Ortega esta noche es cumplir en el tiempo apalabrado con los pedidos. En la calle Noia el taller ha adquirido ya unas dimensiones considerables, con una treintena de costureras trabajando a destajo, como hace él porque una de sus máximas es "no existe el no". "Vamos que tú puedes hacerlo, seguro que llegamos a tiempo", anima a una empleada mientras continúa planchando cuellos.

En la reunión anual que la Confederación Española de Directivos y Ejecutivos (CEDE) celebró en octubre de 2015 en A Coruña, Pablo Isla, presidente de la multinacional textil, comentó delante de un millar de asistentes que "Inditex también nació en un garaje". La comparación con el lugar de alumbramiento de las grandes empresas tecnológicas estadounidenses aguanta el pulso aunque el bajo de la calle Noia nunca haya sido destinado a resguardar vehículos.

UN BAJO CON HISTORIA

La importancia de este taller es capital en la historia de la multinacional porque incluso continuó siendo el laboratorio de Amancio Ortega después de adquirir una nave en A Moura a mediados de los años 70 e instalarse después en el polígono de Sabón en Arteixo. Si una marca funciona, pasa a A Morua y si sigue creciendo a Sabón. Cuando esto sucedió con GOA, en la calle Noia creó Samlor, que se dedica a la confección de prendas de vestir como abrigos o pantalones. Después de Samlor creó Noite, que confecciona pijamas de caballero y a Noite le siguió Fíos, marca bajo la que fabrica camisas para niños. Todo antes de inaugurar la primera tienda Zara en mayo de 1975.

Han pasado más de cinco décadas desde que ese joven que todavía no ha llegado a la treintena entre a la carrera en el taller para ayudar a planchar cuellos o lo que le pidan. El bajo conserva el mismo portalón de madera. Un cartel anuncia que se alquila o se vende después de que la empresa Manel Decoración, cuyo dueño es de los íntimos de Ortega, lo tuviese arrendado para almacén durante mucho tiempo, como todavía delata el rótulo colgado en el dintel. Hoy la puerta está abierta porque unos albañiles trabajan en la construcción del ascensor del edificio. No queda rastro de las máquinas de coser, pero conociendo la historia uno se puede imaginar la ingente cantidad de prendas que han salido de estas paredes, a las costureras trabajando en hilera y a Rosalía con la aguja en una mano y la mirada puesta en su hija Sandra. En la entrada también hay un coche tapado por un plástico, como si los dueños no quisieran desdecir a Pablo Isla.

En la inmobiliaria encargada de buscar a un nuevo inquilino para el inmueble avisan de que se trata del primer taller de Amancio Ortega para animar al interesado: "Es muy conocido porque la puerta ha salido varias veces en la prensa". Ahora también sale el interior de un bajo de 385 metros cuadrados, con baños y despachos cerrados al fondo, pero que necesita una mano de pintura para recuperar el pálpito de tiempos pasados. El precio por instalarse en un lugar icónico en la historia de Inditex es de 900 euros al mes. Los propietarios también están dispuestos a desprenderse del bajo por 198.00 euros. Aquí Ortega fue donde Ortega empezó de cero.

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