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Leonora Carrington y Max Ernst, la fuerza del viento

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A sus 46 años Max Ernst era parte de la leyenda surrealista.

A sus 46 años Max Ernst era parte de la leyenda surrealista. A esa edad a destiempo conoce a Leonora Carrington, estudiante de arte de veinte años, hija de un padre adinerado pero dominante. Se enamoran. “amour fou” a la francesa. 

En 1937 se instalan en Saint-Martin d'Ardèche, en La Provenza, entre las ruinas de una granja del XVIII que la progenitora de Leonora sufraga, el pintor como tantos artistas naufragaba en la pobreza. 

 Florecía el amor y la foresta. El entorno se llena de esculturas, pinturas, mosaicos; en un entorno de lo más bucólico hasta la escritura atrapa a Leonora. Su impronta queda en todas las paredes. Los cuadros de Leonora llenan de color la estancia. Max a su vez se hace con los contrafuertes y el techo, imaginando extrañas criaturas míticas, a modo de presagio de los tiempos que se avecinaban. Él era “Loplop, el rey de los pájaros”, ella, la “Novia del viento”. Entre 1938 y 1939, la manada surrealista -Man Ray, Tristan Tzara, Paul Éluard, Lee Miller, Roland Penrose, Leonor Fini- se deja caer por allí. De verlos retozar, en una alegría infinita, nadie hubiera imaginado el infierno de la guerra. 


Max fue detenido a finales de septiembre de 1939, y confinado en la prisión de Argentière. Sus amigos acuden al rescate, en especial el poeta Éluard. De regreso a la calle la vida no era fácil. Un antiguo chef reconvertido en tabernero y prestamista, Viano, entra en sus vidas. Max es detenido de nuevo, acusado esta vez de espionaje. Viano conoce los planes de huida de Leonora, se cobra en pieza la casa, también muchas obras. Sobre la mesa Leonora deja escrito un último cuento, a la vez que su cabeza se llena de fantasmas. Camino de España -a petición de su padre- es internada en un psiquiátrico de Santander. 


Firmado el armisticio franco alemán, Max es liberado, lo alemanes detenidos no eran peligro, eso sí, para la Gestapo era un degenerado. 


En Saint-Martin se entera de la huida de Leonora y que los Viano se habían apoderado de su casa a cambio de nada. Peggy Guggenheim, su galerista, más tarde esposa, le comunica por carta que forma parte de los artistas europeos dispuestos a trasladar a Estados Unidos por un Comité Internacional de Rescate. Así fue. A Leonora la liberaron vía Mexico, merced a la ayuda del diplomático Renato Leduc, quien se casaría con ella para el rescate y se enamoraría con locura. Ella no. Max y Leonora contactaron de nuevo en Nueva York, nunca más aquella pasión de Saint-Martin regresaría a sus vidas. Otras sí. 

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