Negros y negras

Gregorio Martínez Sierra les sonará si les interesa la vida cultural española de la preguerra civil: fundador de revistas literarias como Vida Moderna o Helios, creador de la Editorial Renacimiento… Sin embargo, lo más destacable de este tipejo es que, prácticamente toda la obra que firmó la escribía su mujer, María Lejárraga, la cual, hasta que él murió, no pudo decir “esta boca es mía”. 


Aunque dan ganas de vomitar el hecho de que Lejárraga – intelectual y feminista– tuviera que dejar que el botarate de su marido firmara sus obras, tampoco es nada nuevo. La lista de mujeres que tuvieron que escribir bajo pseudónimos masculinos para poder publicar es interminable, desde las mismísimas hermanas Brontë (Jane Eyre, Cumbres borrascosas…) hasta nuestra Cecilia Böhl de Faber, que tuvo que firmar como Fernán Caballero. Por eso sorprende cuando el caso es el contrario. ¿O sea? O sea, Jaime de Armiñán.
Jaime de Armiñán es un guionista, novelista, dramaturgo y director que está casado con Elena Santonja, conocida de toda la españolidad que se precie por haber sido la presentadora de “Con las manos en la masa”. ¿Por qué les cuento esto? Pues porque, habiendo ya publicado e incluso ganado premios, Armiñán fue “negro” de su mujer. Lo repetiré: Armiñán fue “negro” de su mujer. Me parto. Por supuesto fue un caso puntual, por supuesto que ella no lo negaba. Pero igualmente es una anécdota que me chifla.

Hace unas semanas comí con un amigo guionista. Me dijo que tenía escrita una novela cómica en plan Bridget Jones pero con protagonista masculino. Pregunté si tenía ofertas para publicarla. Me dijo que sí, una bastante buena económicamente. “Pero me obligan a firmar con nombre femenino”. Me sentí confusa: ¿eso es machismo, feminismo o todo lo contrario?, y, más importante aún, ¿eso es ser “negro” de uno mismo? Qué complejo el mundo editorial. 

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