El Salón de la patata de Xinzo ‘resucita’ aperos, balanzas y máquina agrícola del último siglo

Del carro matriculado al John Deere

Un visitante observa el stand con variedades de patata.  (Foto: Marcos Atrio)
Del viejo carro de bueyes al entrañable tractor Barreiros o al John Deere de última generación, del secular sacho a la moderna cosechadora, de la tradicional patata blanca a la novedosa variedad morada. El ‘Salón monográfico de la patata de Xinzo’ resume estos días el pasado y el presente de un sector que no sólo da trabajo desde hace décadas a cientos de labradores de A Limia, sino que está íntimamente enraizado en la propia historia de una de las comarcas agrícolas y ganaderas más importantes de toda Galicia.
Durante más de una década fue una idea fallida, o en el mejor de los casos, nunca llevada hasta sus últimas consecuencias: Dotar a A Limia de una feria centrada en el producto más importante y señero de la zona agrícola por excelencia: la patata. Casi todos coinciden ahora en que la extinta Expolimia, tras una docena de años de historia, no cumplía esa función.

Dicho y hecho, renovarse o morir, de la feria multisectorial al salón monográfico. Donde antaño había espacio para la patata, pero también para la venta de aspiradoras o chucherías hoy hay un evento absolutamente centrado en el tubérculo y dirigido a sus productores, comercializadores e industriales.

El primer ‘Salón monográfico de la patata de Xinzo’ cumplió ayer su segunda jornada de actividad, con una notable cantidad de visitantes. ¿Las horas de especial afluencia? Hacia el mediodía y a media tarde; en esos momentos, la degustación gratuita de pinchos de patata es poco menos que garantía de éxito.

Pero el primer Salón monográfico oferta mucho más. La muestra de textos, maquinaria y aperos agrícolas que resume un siglo de actividad patatera en A Limia es impagable.

Carro con solera

En esta exposición se pueden contemplar desde un viejo carro de bueyes de 1962 ¡con matrícula oficial! (Ginzo de Limia 0R-807) hasta algunos de los modelos míticos de tractor de la empresa ourensana Barreiros, con más de 35 años a sus espaldas.

A escasos metros, potentes máquinas cosechadoras para la producción intensiva del tubérculo. Olvidados ya los tiempos del minifundismo de subsistencia, está claro que hoy en día se opta por sacar el máximo provecho a las posibilidades de rendimiento de las fincas. Así, ya no se pagan algunas docenas de miles de pesetas por comprar un tractor, sino varias decenas de miles de euros. ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? Un agricultor de la aldea de Cardeita, en el municipio de Sandiás asegura, ‘yo tengo un Barreiros desde mediados de los años 70 y todavía trabaja sin pro blemas. Los de ahora son más completos y con mucha más potencia, pero no duran tanto, se averían mucho más. Los motores de antes eran una maravilla’.

Junto a carros y tractores, artilugios propios de otros tiempos, de otras formas de vida, cuando la sombra de la penuria y el hambre se cernía sobre A Limia y cuando la mecanización del campo era poco menos que una utopía a orillas de A Lagoa de Antela. Una jovencita de no más de 16 abriles resume su estupor al contemplar una antiquísima pesadora manual o un arado romano, ‘¿Pero eso qué es?’.

Un siglo de patatas, cien años de sudores y esfuerzos que han marcado a fuego el devenir de miles de hombres y mujeres de la llanura antelana.

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