una carta, un destinatario, un correo, ¿un mensaje?

Qué bonito era recibir noticias de tus seres queridos, amigos y demás, por medio de una simple carta, y qué lento,muy lento, pero seguro, al menos más seguro que el correo eléctronico o los mensajes de texto, que tanto usamos hoy en día, y que en algunos casos, no llegan a quién tienen que llegar, y algunos, claro está, aprovechan para hurgar en tu vida privada como si de la suya propia se tratara.
Indigno verdad, denunciable, tal vez; repugnante, desde luego. Pero eso puede pasar. En algunas ocasiones, según como metas los datos, los correos electrónicos pueden cruzarse y llegar a quién menos te lo esperas, y no pasa nada si la nobleza del remitente se hace ver, informando nada más recibir el mensaje en cuestión, pero cuando el caso no es éste, alguien ajeno o de la familia, por llamarlo de algún modo, puede estar jugando con tu vida y tu, ni enterarte. Repugnante. Y qué me dicen de los teléfonos móviles, qué bonito es hablar con una máquina cuando tienes que comunicar alguna incidencia, que te explica detalladamente paso a paso todas las opciones que a tí en ese momento te importan un comino, porque no tienen nada que ver con lo que tú necesitas; pero lo mejor viene cuando por fín consigues hablar con un operador personal, eso sí que te lleva al éxtasis. El problema casi nunca, por no decir nunca es resuelto, pero por unos cuantos minutos, demasiados..., te sientes como la auténtica protagonista de una telenovela, ¡qué dulzura!. Pero, qué pasa coa xente que é galegofalante, ou que sinxelamente non saben cómo presentala súa queixa de xeito que os que están o outro lado da línea sexan capaces de entendelos. Pois, queridiños meus, que se quedan como estaban, porque non hai niguén neste país que saiba atender as súas dubidas. Qué vergoña.

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