EN DEFENSA DE LOS AYUNTAMIENTOS

Los ayuntamientos se encuentran ahora en un momento muy difícil pero esperanzador. La cotidianidad muestra que son necesarias resoluciones profundas y estructurales para que puedan dar satisfacción a los requerimientos que plantean cada día los ciudadanos. Es necesario desarrollar políticas de consenso para tratar de amortiguar los impactos que causarán las nuevas normativas legislativas que nos cocinan.
Podemos discrepar de las decisiones que las personas adopten en plena libertad, pero no cabe duda que el uso que una persona hace de su libertad debe ser siempre mirado con respeto. Hemos de distinguir la libertad como valor de la libertad política o de la libertad administrativa. Ambas van unidas y no puede darse la una sin la otra. La libertad es el don más preciado de los humanos y que hay que preservar con todos los instrumentos a nuestro alcance, y cuando estos no existan han de crearse.

Deberíamos felicitarnos cuando alguien hace huso de su libertad para desmarcarse de la opinión que defienden la mayoría; aún corriendo el riego de decepcionar a alguien, aunque sea el que se erige en autoridad. La historia nos muestra un número importante de sucesos en los que la utilización del criterio de 'mayorías' contra 'minorías' puede ser eficaz para dilucidar problemas de tipo coyuntural; pero cuando nos enfrentamos con problemas en los que se requieren modificaciones estructurales, sin cuestionar la libertad, es necesario el consenso.

El consenso necesita como primera condición el respeto profundo a la libertad de los otros como si se tratase de la propia libertad. El consenso no requiere el consentimiento activo de todos los involucrados: basta con que, quienes se oponen a la decisión, atenúen su rechazo y toleren la diferencia y la disidencia. Gracias al consenso una sociedad puede alcanzar la paz social y la convivencia armónica.

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