GRACIAS, ABUELA

Quizás nadie tenga ese momento para hacer este pequeño homenaje.
Pero te lo hago yo. Como nieta, desde estas páginas de prensa, quiero dar a conocer tu labor durante todos estos años, en los que te has dedicado y pasado horas de tu vida ayudando a otras personas en todo lo que podías. Has sido madre y no solo de tus hijos, sino también de los que no lo eran. Has dedicado tu tiempo ¡ese maldito tiempo! que muchos no han tenido para dedicarte cuando el camino se nos hacía cuesta arriba y la enfermedad ganaba la batalla. Abuela, sabes que muchos se han olvidado de lo que tanto has hecho, pero en tu rostro siempre hay una sonrisa y buenas palabras para todos ellos.

Trabajaste duro; te tocó vivir una época dura habiendo nacido en ese año convulso con el crack de la bolsa de New York. Tu trabajo fue sufrido en el campo y fuera de él. Supiste sacar adelante tu hogar, los tuyos y a los que tampoco te correspondía. Pero lo hiciste. Con amor de madre nunca supiste decir no, y ayudaste siempre. Normalmente, abuela, los homenajes suelen quedar para aquellos que tengan títulos nobiliarios, políticos, universitarios, y demás. A ti no te fue posible llegar a la universidad y tener estudios, pero sí a la universidad de la vida. Esa gran carrera que te ha permitido a llegar tan lejos y que muchos no logran. Tu corazón fue siempre tan grande que no necesitó que un profesor para que te enseñara a repartir a tu alrededor. Todo lo hiciste desde el silencio, sin afán de protagonismo.

Tu buen hacer y bondad lo dicen todo. Es la mejor herencia que me dejas, abuela. Tus 83 años los celebramos juntas. Me has dado una lección de vida cada minuto que he pasado a tu lado hasta el final. Es poco decirte ¡gracias! Hoy no te regalo flores como hago muchas veces, te regalo estas palabras. Flores son las que muchos deberían darte. Hoy sólo me puedo quedar con esas palabras que siempre me has recordado y que dicen tanto en pocas líneas: 'Hay más alegría en dar que en recibir'. (Evangelio. Hch 20, 35) .

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