Apenas finalizada la jornada de huelga general, hechos y cifras, cifras y hechos hacen diverger acerca del resultado de la misma a unos y otros.
Al modo del profesor Gradgrind en la novela 'Los tiempos difíciles' de Dickens. En ella se retrata la relación de obreros con sus patronos, y la semilla del mero conocimiento estadístico llevará a los diversos personajes por diferentes caminos a la desgracia. Me ha venido a la memoria dicha obra por la elocuencia de su título, que evoca la situación en la que nos encontramos, no por augurar el mismo destino a los opinantes de cifras, sino porque al contrario de antaño los tiempos difíciles de hoy presagian un futuro todavía peor.
La clase obrera ha comprendido desde hace tiempo la comicidad de esa teoría según la cual todo el movimiento obrero sería el producto artificial y arbitrario de un puñado de 'instigadores y agitadores' sin escrúpulos. Prueba de ello es que Europa es un clamor contra las políticas regresivas de derechos sociales, coreado por organizaciones totalmente dispares. Como expuso Rosa Luxemburgo en su colosal obra 'Huelga de masas, partido y sindicatos' que todos hemos leído en la universidad, ineludible para comprender el origen de las huelgas generales que tienen su colofón en la revolución rusa.
En las regiones etéreas del análisis lógico abstracto se puede demostrar con el mismo rigor tanto la imposibilidad absoluta y la derrota indudable de la huelga de masas como su posibilidad absoluta y su segura victoria. Por esta razón, el valor de la demostración es el mismo en ambos casos, a saber: ninguno. Pero si alguna sensibilidad queda en las elites que ostentan el poder es obligado que escuchen y reflexionen sobre las demandas de sus ciudadanos. Deben tener la gallardía de saber rectificar, han sido elegidos, para representarlos y no para ignorarlos con hechos y cifras que rozan el esperpento.
Como decía el profesor Gradgrind en la novela del inicio: 'Lo que yo quiero son hechos. A estos chicos y chicas no hay que enseñarles nada más que hechos. Lo único necesario en la vida son hechos'. Y el hecho es que vamos camino de los seis millones de parados con políticas que demuestran ser erradas y que nos estamos perdiendo con cifras sin rostro humano incapaces de atajar los problemas de quienes gritan su desesperación en las calles.
La clase obrera ha comprendido desde hace tiempo la comicidad de esa teoría según la cual todo el movimiento obrero sería el producto artificial y arbitrario de un puñado de 'instigadores y agitadores' sin escrúpulos. Prueba de ello es que Europa es un clamor contra las políticas regresivas de derechos sociales, coreado por organizaciones totalmente dispares. Como expuso Rosa Luxemburgo en su colosal obra 'Huelga de masas, partido y sindicatos' que todos hemos leído en la universidad, ineludible para comprender el origen de las huelgas generales que tienen su colofón en la revolución rusa.
En las regiones etéreas del análisis lógico abstracto se puede demostrar con el mismo rigor tanto la imposibilidad absoluta y la derrota indudable de la huelga de masas como su posibilidad absoluta y su segura victoria. Por esta razón, el valor de la demostración es el mismo en ambos casos, a saber: ninguno. Pero si alguna sensibilidad queda en las elites que ostentan el poder es obligado que escuchen y reflexionen sobre las demandas de sus ciudadanos. Deben tener la gallardía de saber rectificar, han sido elegidos, para representarlos y no para ignorarlos con hechos y cifras que rozan el esperpento.
Como decía el profesor Gradgrind en la novela del inicio: 'Lo que yo quiero son hechos. A estos chicos y chicas no hay que enseñarles nada más que hechos. Lo único necesario en la vida son hechos'. Y el hecho es que vamos camino de los seis millones de parados con políticas que demuestran ser erradas y que nos estamos perdiendo con cifras sin rostro humano incapaces de atajar los problemas de quienes gritan su desesperación en las calles.
