HOMENAJE A LOLITA

Por encargo de un amigo me piden que redacte unas líneas sobre Lolita. En primer lugar que me disculpe la homenajeada por la familiaridad, pero en mi casa siempre será Lolita. Ya tuvo la suerte mi mujer de ser alumna suya, al igual que mi cuñada. Y por fin fue alumno mi hijo mayor Iago.
Soy natural de Lugo, provengo de familia de maestros(me gusto más este término). Mi madre era maestra, mi padre fue maestro y mi abuela fue maestra. He sido admirador de la Institución Libre de Enseñanza y de su metodología y conceptos y valores aportados. Mi abuela fue un ejemplo en ese sentido. Maestra durante los tiempos difíciles de la postguerra en el Caurel y la montaña lucense, cuando tenía que ir a caballo por los campos nevados para dar clase.

Pues bien, creo que la representación más exacta del ideal de maestro y de educador lo representa Lolita. Las anécdota que hemos vivido durante el año que les daba clase son infinitas. Cada día que venía Iago del colegio, y supongo que le habrá pasado al resto de padres, era una sorpresa absoluta y muy agradable. Recuerdo cuando en el salón coge un papel en blanco y se pone a dibujar. Al cabo de un rato viene a mi despacho y me dice: 'Mira papá 'Las Lanzas' de Diego Velázquez Silva. Ponme el original en el ordenador. Y luego ponme 'Las Meninas' (y recita de memoria todos los personajes: Mari Bárbola, Nicolasito Pertusato...)'. Otro día viene con que no le gustó mucho Joan Miró, que pintó 'Mujer y pájaro en la noche', pero no lo entiende. Pero no sólo se le inculca la pintura. Recitaba poesía de Rosalía, me pedía que le pusiera 'La reina de la noche' de Mozart, dentro de 'La Flauta Mágica'. ¡Y en el coche me discutía que le gustaba más Beethoven que Bach o Mozart!

Estamos hablando de niños de cuatro años, con una sensibilidad asombrosa, que ya forma parte del ADN de todos sus alumnos. Recuerdo cuando nos fuimos a Mallorca y su única preocupación era conocer la casa de Chopin, o estar comiendo y 'cogerle una patata frita' y decirme todo enfadado '¡ver y no tocar, se llama respetar!'.

En fin, podría seguir, como muchos padres y como los propios alumnos con un montón de anécdotas, pero sólo quiero señalar que el legado que ha dejado es absolutamente imperecedero, y las obligaciones que nos ha impuesto a los padres son y deberían ser de obligado cumplimiento: seguir con su legado y educar a nuestros hijos en el arte, la cultura, la sensibilidad, la lectura, fomentando valores como el respeto y la empatía. Ella, como don Javier, son los más dignos representantes de una profesión y más que una profesión una vocación que merece todo el reconocimiento de la sociedad ourensana.

Mi más sincero agradecimiento, y creo que hablo en nombre de todos los padres y alumnos, y mi deuda impagable por ser como eres, por educar como has educado y por ayudar a construir una sociedad mejor.

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