PROMESAS ELECTORALES

Ya se ha levantado la veda de las promesas electorales. Unas son ingeniosas, otras alucinantes, algunas etéreas y siempre las hay de chiste, porque es mejor pensar en que lo que se pretende es llevar una campaña distendida, entretener al personal, ya que de lo contrario más de un candidato o partido debían hacerse mirar por un psicoanalista.
Todo es posible en elecciones, hasta la flauta de Bartolo y la carabina de Ambrosio. No importa la optimización de los recursos ni las prioridades de una ciudad, pueblo o villa, no. Aquí lo prioritario es seguir galeguizando el callejero de la ciudad, o es la subasta, la puja al más puro estilo chabacano. Cuándo se darán cuenta nuestros políticos de que los ciudadanos lo que queremos es que nuestra ciudad, nuestro barrio, cuente con los servicios que la hagan más habitable, que sea una ciudad, un pueblo, una provincia de oportunidades. Quiero que mi ciudad, mi pueblo me haga sentir a gusto y perciba su calidad de vida, no quiero promesas faraónicas, sólo sentido común por quien aspira a gobernarme.

Un servicio de limpieza eficaz, una policía local y un servicio de bomberos adecuados en cantidad y calidad, dotados cómo se merecen y nos merecemos. Un servicio de autobuses, mejorado y ampliado. Y sobre todo, ser capaces de atraer inversiones, de promover recursos que posibiliten la creación de empleo. Todo lo demás es demagogia, es no estar en una realidad en la que hoy en día es de vital importancia saber en qué y cómo se invierte cada euro que se recibe. Ojalá que de aquí hasta el momento de votar lo que se nos ofrezca no sea una subasta pública del 'y yo más', y sí lo que de verdad importa a cada vecino, ya que de no ser así lo pagarán en las urnas.

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