Repóker de damas

En un artículo anterior recordaba los nombres de cuatro venerables mujeres que, en distintas épocas de mi actividad periodística, lograron emocionarme. De mi vecina culé, doña María, comentaba que había sido mi más reciente descubrimiento. De la nonagenaria campesina, doña Joaquina, explicaba que la había entrevistado, 33 años atrás, a pie de surco. De doña Pilar, destacaba su devoción por la virgen de Montserrat. Finalmente, sobre doña Marta, no aclaraba gran cosa.
Les cuento. Antes de que finalizara el pasado siglo, coincidí con ella en el Museo de Historia y Navegación de Riga (Letonia), en mis tiempos de compromiso con la red civil de la Unesco. Allí me desvelaron que, tras triunfar en medio mundo como bailarina de danza española, Marta Alberinga nunca pudo viajar a España, debido a que era considerada sospechosa por el franquismo por haber alternado en París con los republicanos españoles del exilio. En la capital báltica, me comprometí públicamente a reparar la injusticia y, al cabo de unos meses, la artista letona pudo ver cumplido su sueño de conocer el país que tanto decía amar.

En un primer momento, pensé que está bien eso de recordar a tan ilustres mujeres, pero enseguida me apercibí de que me había olvidado, al menos, de una muy importante y que, por tanto, más que un póker, tenía en mi poder un repóker de damas. Se trata de la activista argentina Hebe de Bonafini, todavía presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, a la que entrevisté en Gavà, el mes de noviembre de 1998.

De doña Hebe me impresionó su coraje y su discurso radical en contra de cualquier forma de dictadura. De Aleida Guevara, hija del 'Che', con la que, en su día, también mantuve una interesante y densa conversación, mejor dejarlo para otra ocasión.

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