ENTRE SACRISTÍA Y CONFESIONARIO, ¿A TOQUE DE CAMPANARIO?

'Padre: Yo me confieso...'. Así comenzaba nuestra andadura allá por los años 40 del siglo pasado, con la integración en la religión católica impartida con grandes sesiones de catecismo, catequesis e historia sagrada.
Con los pocos años que teníamos, no podíamos definir si lo asumíamos por convicción o por imposición. En cualquier caso, nuestra confesión era tan transparente que al cumplir el precepto pascual a veces si se nos olvidaba algún pecado volvíamos de nuevo pero... ante otro confesor. Los pecados, como el lector sabe, los había de primera, de segunda, de tercera y hasta de regional preferente. De los confesores también los había de padre y muy señor mío. Amén.

Ahora, con tanta tecnología, usted puede pecar aquí, irse a confesar al otro lado del Padornelo, recibir la hostia en Canarias (cuestan menos) e ir a recibir la absolución a la sombra de la Torre de Hércules, bajo la bendición que por lógica suposición nos traerá Paco Vázquez.

Aplaudimos las nuevas normas del aborto, la apostasía y la utilización del 'chuvasqueiro do pito'. Precaución ante todo.

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