HISTORIAS DE PRENSA Y RADIO

Casos y cosas de Luis Soria

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photo_camera Luis Soria y Fernández Sobrino, mano a mano, en los años setenta.

Conocí a Luis en los 50'. Opiné de forma poco favorable del equipo que entrenaba...

Ya sé. Haría falta un libro para contar cosas de este eterno personaje del fútbol ourensano. De sus primeros tiempos, de su grave lesión, de su vinculación a CD Ourense y, desde luego, de su paso por el fútbol provincial. Para rematar en su inevitable, inseparable, presidencia de la Asociación de Entrenadores Afiador, donde nadie se atreve a arrebatarle el puesto.

Conocí a Luis en los años cincuenta. No hace falta que hagáis números. Hace "la tira" de años. Yo estaba vinculado a El Pueblo Gallego y se me ocurrió opinar-y encima de forma poco favorable- sobre el Club Ciudad de los Muchachos que entrenaba el tal Soria. Me cazó al vuelo en aquella calle del Paseo donde, en aquellos años, los domingos por la tarde-noche nos cruzábamos los ourensanos que no estábamos en la función "de las ocho" de nuestros cines y pasábamos el rato diciendo "adiós" a los conocidos que venían en la otra riada de gente y que, por cierto, conocidos éramos casi todos.

De pronto, un paseante que venía de frente en la otra fila, salió de su marcha y se puso delante de mí haciéndome parar en seco:

-Así que tú eres o tal Fernández Sobrino. Pois moi ben. Debes saber moito de fútbol cando te metes co meu equipo. Pois agora xa me conoces é eu a ti tamen. Tesme que dar o teu teléfono para preguntarche de vez en cando que é o que teño que facer, xa que tí és o que entende.

Claro. Mostraba tanta energía, tan mal genio que, así de pronto, me sentí "acongojado". Ni supe que decir, ni me dio tiempo a hacerlo. Volvió a su fila del Paseo. Y siguió su marcha. Cuando yo llegué a los Jardines del Padre Feijoo, cogí hacia Cruz Roja y me vine por el Progreso, es decir, General Franco, camino del Puente Viejo. Para no volver a cruzármelo.

Exacto. Era el tal Luis Soria.



Pasado el tiempo

Ocurrió recientemente. Unas semanas antes de que Luis Soria dejara su cafetería de la calle del Concejo, coincidimos Luis, Esteban Plaza, exlocutor y publicista, y yo, en el establecimiento. Nos contó Esteban algo que, aseguró, había sucedido en los años setenta –de lo que yo no tenía idea- y que él mismo había presenciado porque guiaba los primeros pasos del muchacho como informador.

-Fue al final de un partido que la A.D. Couto, que entrenaba Soria, cuando un chaval de nuestra emisora Radio Popular, que se acercó tímidamente magnetofón en mano al entrenador y le formuló una inocente pregunta: "Luis Soria, se perdió este partido, ¿Qué impresión tienes?".

Esteban, maliciosamente sonriente, miró a Luis que estaba expectante –desconfiado- sobre lo que iba a seguir contando.

-¿Qué qué impresión teño?. No no viches coma min, que estou moi cabreado. Eu non sei a que vindes o campo, non vos enterades…. A ver si tes outra cousa que preguntar que eso está contestado.

Luis Soria se limitó a sonreír sin hacer comentario alguno. Esperaba que Plaza continuara.

-¡Ah! Pero sin saber nada de lo que pasaba, también se acercó Fernández Sobrino, que era el de los deportes de Radio Ourense, el que radiaba los partidos, que escribía en La Región, y como muy enterado y seguro, se acerca y le pregunta, magnetófono en mano y al mismo Luis Soria, una aguda pregunta, ciertamente novedosa, original: "Luis Soria, se perdió este partido, ¿qué impresión tienes?".

Esteban Plaza, intencionadamente, se detuvo. Luis abrió los ojos sorprendido interesadísimo en lo que iba a añadir. Y Esteban siguió con lo que dijo entonces Soria:

-Bueno, Sobrino, tú ya sabes lo que es el fútbol. Unas veces se gana y otras se pierde. Hoy no hemos estado afortunados. Sinceramente creo que merecimos más. Pero cuando a la pelota le da por no entrar, no hay manera…



Aquel partido en Asturias

Jugaba años después el Atlético Ourense de Luis Soria un partido en Asturias. En el equipo contrario destacaba poderosamente la actuación de un defensa corpulento, del que se señalaba de manera especial su enorme pegada al balón. Rompía el balón. En un momento dado se señaló una falta contra la portería ourensana en las inmediaciones del área. El portero, Varandela, ordenó la colocación de la barrera. Y también llamó a un chaval de excelente calidad que procedía del equipo juvenil, llamado Alvarito Feijoo Montenegro colocándolo en medio.

Cuando el chaval vio que el fornido fenómeno de los rivales colocaba la pelota y tomaba impulso para zapatear el balón, Alvarito quiso abandonar su posición en la barrera . Pero tragando saliva y pidiendo mentalmente protección divina, se mantuvo lo más firme que podía.

Detrás, se oía al meta Varandela gritar a toda voz:

-¡Que nadie de la barrera se mueva, coño!

Oye, como si fuera cosa del demonio. El energúmeno lanzó un tremendo cañonazo que Montenegro vio venir con precisión matemática a sus narices. La reacción del muchacho no se hizo esperar. Instintivamente, agachó hábilmente la cabeza y, aún así, notó que el esférico rozaba su abundante cabellera.

Fue cosa de décimas de segundo. Varandela vio entrar como un obús el balón por el centro de su portería. Alvarito Feijoo Montenegro, conociendo el percal, emprendió una veloz carrera hacia el medio campo. Detrás de él, salió el guardameta, se supone, "para felicitarle", mientras corrieron a la caza del portero y salvar al muchacho de "las garras del meta", el resto de los compañeros.

Luis Soria saltó del banquillo visitante. Otros sujetaron al portero. El árbitro no sabía qué decisión tomar. Y, por supuesto, nadie quitaba a Montenegro la cara de susto.

Volveremos con Luis Soria, que da mucho juego. Otro día.

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