HISTORIAS DE PRENSA Y RADIO

La culpa, del mensajero

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photo_camera Carballiño, en aquellos tiempos, abarrotaba cada domingo la tribuna de Espiñedo.

En Espiñedo, la gente estaba enfadada con el árbitro; y terminaron gritándome a mí

Vamos a ver cómo os lo explico. En mi vida profesional –bueno, y en la personal, claro- el año 1983 jugaría un papel determinante. Como tenemos confianza, puedo contároslo. Todo empezó en enero de ese año cuando fui a radiar un Barco-Ourense en el campo de Calabagueiros. Tarde de invierno, pero con sol. Tan buena tarde, que dejé el abrigo en el vestuario y radié el primer tiempo junto a los banquillos; pero en el segundo, la sombra de la tribuna se echó encima y la temperatura fue diferente y yo, desabrigado.

Cuando realizaba el viaje de vuelta notaba caerme un gripazo encima, pero no hice caso. Trabajé aquella noche al volver y al día siguiente todavía estuve en el periódico y en la radio. Muchas veces me tengo acordado: salí al Progreso y vi venir el autobús. Emprendí una espectacular carrera para cogerlo en la parada… sin darme cuenta de que aquella veloz carrera era la última que realizaba en mi vida.

Abreviemos, que es muy desagradable. Primero gripe, pero enseguida rectificó mi gran amigo, el médico Eustaquio Puga.”Esto ya no es cosa mía, venga, para la Residencia”. Camilla y ambulancia. Experiencia: atravesar las calles de la ciudad en semejante vehículo. Urgencias. Pasados cuatro días “es un Sindrome de Guillain. Barré muy benigno y puede irse a casa. En un par de semanas, todo habrá pasado". Ya. Casi. Semanas más tarde Santiago, luego Vigo. Y finalmente cuatro meses internado en Juan XXIII para ver si aquello…

Espiñedo, en Carballiño

Cambiemos de tema. Antes. Año 1980, 9 de noviembre. El Ourense de Jorge Bermello y José Ricardo juega contra el Arenteiro en Espiñedo. Rivalidad a tope. Fraga, Paco Seoane, Andres González, Cerreda, Dueñas…con los de casa. Andrés marca a los pocos segundos en 1-0. Pero el Ourense, que necesitaba ganar, no “ve” puerta. Cuando todavía apuraba más la cosa, avanzado el segundo tiempo, milagro, logran arreglar la situación con dos goles que le dan el triunfo. Cosa rara. Menudo cabreo agarraron jugadores y seguidores de Carballiño, total, por un detalle “sin apenas importancia”: que dos penalties supusieron tantos de Montenegro y Bastos. (1-2, final).

Recuerdo que estaba narrando el partido en la improvisada “cabina radiofónica” instalada sobre los viejos vestuarios, en una esquina del campo. Precisamente para aquella zona se fueron al final unos cientos de aficionados para poder quejarse más de cerca al árbitro del partido Bello Blanco, un buen colegiado pontevedrés que llegaría a Primera División. Pero, eso, que estaba la gente muy enfadada. Y cuando se convencieron que era inútil seguir chillando, buscaron a otro para decirle cosas. Era yo, que estaba encaramado en lo alto. ¿Os dais una idea de lo que se siente cuando ese nutrido puñado de doscientos carballiñeses , cabreadísimos, se dirigen a ti a voz en grito, agitando brazos, como si tuvieras algo que ver en los tales penalties?

A mi lado, el corresponsal de La Región, Julio Lama y, seguro, debía de estar ya su sucesor deportivo Emilio García Riobóo. “Tranquilo, que non pasa nada, están un pouco cabreados, pero mais nada”- seguro que me diría. Situación curiosa, que muchas veces hemos recordado. Son cosas del fútbol, de la rivalidad, de las alegrías y de los disgustos. Nada que reprochar a nadie, ni mucho menos. Si acaso, recordar con nostalgia aquella rivalidad, aquel apasionamiento, aquella manera de vivir el fútbol, que se quedaba en nada al salir de Espiñedo. ¡Qué tiempos más bonitos aquellos y que difícil será que algún dia podamos-podáis-volver a vivirlos!

Volver a Calabagueiros

1985. Cinco años más tarde volví a O Barco. A un lado las secuelas del tal G.Barré. A petición propia volví al trabajo. Y a los campos de fútbol. También a Calabagueiros. Solo que en esta oportunidad no estaba al borde del campo, sino en la tribuna y con dos muletas. Radiaba otra vez un Barco-Ourense.

También aquí la cosa estaba igualada. Faltaba apenas un minuto para el noventa. (1-1, en el marcador). Creo que fue el delantero Dobao, de los de casa, va solo camino de Hortas, que sale a la desesperada, con tanto ímpetu que arrolla al valdeorrés. Penalty evidente. Pero el árbitro no lo entiende así, manda seguir el juego y, tras el saque de Fermín Hortas y con Dobao en el suelo, el de negro corre siguiendo el juego hacia el centro del campo. Con tanta habilidad y sentido de la situación, que al verse frente a la entrada de casetas, da tres golpes de silbato breves y entra con una velocidad endiablada, a toda pastilla, en vestuarios. Mientras jugadores, sus auxiliares, todos, quedaban en el terreno de juego.

¿Os lo imagináis o hace falta explicarlo? . Este locutor estaba sentado en la grada y mientras trataba de contar en la radio, sorprendido, lo que estaba viendo, el alboroto, las quejas, la gente arremolinándose hacia vestuarios, traté de observar mejor la cosa y con ayuda, iba a elevarme apoyándome en una muleta. Fue en aquel preciso momento cuando un tremendo pescozón volvió a sentarme por la brava en la grada, mientras rodaba el micrófono. Sólo sufrí los efectos del manotazo. Me dijeron que fuera un forofo enfurecido que salió corriendo desesperado. Y que alguien tenía que atizar.

Termino: El presidente Naya

Estaba también en Calabagueiros en aquel choque el presidente arbitral gallego Eladio Naya. Fue siempre un buen amigo. Vino a interesarse por mí. Le quité importancia y hablamos de su discípulo.

-Eu non me meto si foi penalti ou non. Si o viu ou no-no viu. Eu o que non telero é que un árbitro meu escape correndo do campo. Eso non llo permito. Por difícil que esté a cousa.

-Moi ben, Eladio, si señor. Aguantando o tipo, tal e como fixen eu...

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