Fútbol

Copa del Rey 2021 | Joni merece una canción como la que tiene Juanmi


El ourensano provocó con el gol del momentáneo empate que el sueño del Arenteiro se alargase hasta la prórroga 

Tiene el Betis un delantero, Juanmi Jimenez, que desde hace un par de meses es el protagonista de una simpática cancioncilla en el Villamarín. ¡Oh, Juan Miguel, todos queremos que marque Juan Miguel! entonan los seguidores verdiblancos. Pues Jonatan Magisano, Joni, también merece que la bancada de Espiñedo le entone unos versos con el apoyo de una charanga. Porque para un club fundado en 1958, para unos aficionados del Arenteiro que llevaban esperando vida y media un partido oficial contra un Primera, y no es el Valencia un Primera cualquiera, que hasta hace dos telediarios se pegaba con Madrid y Barcelona, que el sueño durase menos de medio minuto es difícil de digerir. Porque no se había llegado al segundo treinta y Iago ya se había tenido que agachar para recoger la primera pelota de la red. 

Pero la Copa es otra cosa. ¿Dónde hay que pedir responsabilidades por habernos tenido secuestrada la pasión con eliminatorias de ida y vuelta desde la primera ronda? Ángel Villar, el anterior presidente de la Federación, el del “furbol”, siempre desechó la posibilidad del partido único, es cierto que apretado por unos clubes grandes que no querían hacer el ridículo en campos que calificaban de pedregales. Se fue, el del “furbol”, y emergió una competición que llena estadios, con aforos no muy grandes, verdad, pero rebosantes de pasión.

De manera que la grada de Espiñedo se revolvió contra el destino y atronó el “Sí se puede”, ese cántico con aroma de revolución que pusieron de moda unos bucaneros sin oficio, entonces, ni beneficio, entonces también, que tanto vale para un partido de fútbol como para el intento de cambiar un gobierno. Así que ni diez minutos más tarde, Joni recibió una pelota de Alex Fernández, se fue hacia el portero, se abrió un poco a la izquierda para evitar a un defensor y cruzó hacia el gol. El éxtasis, el Arenteiro iba a morir, sí, pero no tan pronto, no sin llevar al límite a un Valencia que en la segunda parte se vio obligado a poner sobre el campo todo lo que tiene. Menos el portugués Guedes, sorprendentemente anclado al banquillo, el resto podrá contarle a los nietos que sudó la gota gorda una fría tarde de diciembre en la provincia de Ourense.

Porque eran anónimos contra internacionales, internacionales españoles pero también daneses, rusos, uruguayos, jornaleros contra tipos que ya dormían en su casa valenciana a la hora de acabar esta contracrónica. Lo recalcaba con cierto aire apesadumbrado entre cigarro y cigarro en el descanso, en la calle, Ricardo Arias, ahora embajador del conjunto che, uno de los futbolistas más elegantes que ha visto Mestalla. Pobre, ni probar una tapa de pulpo le dejaron. “Nada, imposible, en cuanto acabe el partido nos vamos pitando. En dos horas no es que estemos en Valencia, es que ya estamos metiéndonos en la cama. La vida del futbolista de elite ahora es así. Aún recuerdo cuando veníamos a jugar a Galicia, catorce horas de autobús, llegábamos al partido doblados”.

El domingo, el Arenteiro volverá a la realidad, jugará la liga de la Segunda RFEF en Navalcarnero, alejados de los focos, sin peticiones de entrevistas, en un campo de hierba artificial. El Valencia también seguirá su camino, lejos de Ourense. Ni una tapa de pulpo les dejaron probar. 

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