“Siempre estuvimos convencidos de que íbamos a ganar”

Llegó a Ourense desde la Liga ACB y con la obligatoriedad de dar un salto de calidad al juego interior. Un pívot con cuerpo de alero y muñeca de escolta. Javier Ibáñez fue otra de las claves del ascenso y con un rol protagonista sin la repercusión de algunos compañeros.

"Nacho (Suárez) y yo llegamos juntos. Para mí era una oportunidad de tener más minutos y demostrar que podía dar más de lo que había mostrado. Nacho sacó todo lo que llevaba dentro. Era un juego con una inteligencia enorme", explica Ibáñez.

Abelleira, Estany, Suárez y ahora Ibáñez. Todos coinciden en los mismo, una clave que no se mide en puntos o rebotes: "Éramos una familia. Estábamos todos solteros y con edades muy similares. Eso fue algo que nos empujó todavía más". Y añade anécdotas inolvidables de años en los que la altura y el baloncesto iban inexcusablemente relacionados: "Era Carnaval y nos prohibieron salir de noche. Convencí a Fran (Crujeiras) para salir. Compramos unas caretas de esas de cabeza completa con peluca y nos pusimos un disfraz entero desde el cuello a los pies. Salimos de casa y no dimos ni dos pasos. Ya escuchamos 'mira, Ibáñez y Crujeiras'. Los altos estábamos marcados", bromea.

Recuerdos entrañables de un año inmejorable: "No éramos favoritos y eso nos ayudó en el play off y por eso en el cuarto partido, cuando lo teníamos en la mano, nos pesó la presión y perdimos". Y añade: "Luego en el quinto partido pasó lo contrario y les pesó a ellos. El partido estuvo muy complicado siempre pero también es verdad que estuvimos siempre convencidos de que íbamos a ganar". Y se consiguió: "Ha pasado mucho y más que recuerdos tengo sensaciones. El otro día, viendo el video, vi dos tiros libres míos que ni recordada. Sí recuerdo que la emoción que vivimos después del partido fue memorable y algo muy bonito. En todos los equipos hay una oveja negra y ahí no había nada que se le pareciese. Lo habíamos conseguido y éramos un grupo de amigos".