En el teatro de los sueños sólo deciden los artistas

El último clásico del fútbol español encantó a los barcelonistas, enfadó a los madridistas y decepcionó a cualquier amante del buen juego. Y no por culpa del equipo local, que desplegó una sinfonía sobre el césped cercana a la del lago de los cisnes. El problema fue que el visitante no estuvo a este excepcional nivel, ni siquiera al mínimo exigible para su potencial. El Real Madrid se derritió en apenas 10 minutos, se diluyó entre el miedo escénico del Nou Camp y mostró una impotencia desconocida en la presente temporada.
La derrota en sí no deja de suponer tres puntos menos para el Real Madrid y la pérdida del primer puesto en favor del Barça. Falta mucha liga, muchos meses, muchos acontecimientos por vivir como para aventurarse a decir que ya está sentenciada. En el deporte de competición se vive demasiado deprisa. Ayer los de Florentino eran 'cracks', hoy son unos perdedores, mañana Dios dirá.

En el aspecto psicológico supuso una herida importante para el club y su afición. Pasan los años y el equipo blanco pierde con rotundidad contra su rival directo. Pasan los años, cambian algunos jugadores y llegan nuevos entrenadores, pero el Barça sigue ganando. ¿Y cuál es la razón?

Vivimos un ciclo de marcado dominio blaugrana y de búsqueda de rumbo merengue. La diferencia entre ambos clubes es clara. El Barcelona posee una estructura definida, desde la cantera hasta el primer equipo. Las sucesivas directivas -incluida la del botarate Joan Laporta- han confiado en el cuerpo técnico. Y, lo más importante, posee a jugadores irrepetibles -Xavi, Iniesta, Messi- dentro de una excepcional plantilla.

El Real Madrid atraviesa una etapa difícil. La de adaptarse al fútbol actual, de una competencia feroz, cuando todavía vives pensando en tu glorioso pasado. La cantera parece apartada. El baile de técnicos y proyectos se renueva de forma anual, ya que una temporada en 'blanco' se considera un fracaso, mientras su actual presidente -aquél quien en su día abandonó el barco por la borda- intenta construir un equipo campeón a base de cheque y créditos varios.

La esperanza de este año se centra en el técnico José Mourinho, de impresionante palmarés, gurú a quien se le ha permitido todo a cuenta de sus victorias. Y todo significa pisar el otrora señorío madridista en el fondo y las formas, jaleado por ciertos medios de la capital. Medios menos condescendientes con su antecesor en el cargo quien, por cierto, perdió por 1-0 en el Camp Nou el año pasado.

José Mourinho es un gran técnico con muy malas formas, pero los partidos no los gana él, como tampoco los gana Pep Guardiola. Los ganan, ahora y siempre, los jugadores. Ellos son los artistas del teatro. Los que meten goles o los paran. Los que rompen los pronósticos. Y por el momento, los mejores están hoy en el Barcelona.

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